martes, 21 de septiembre de 2010

La Triple Infamia

                                                                        ¡Llora, llora urutaú
en las ramas del yatay,
  ya no existe el Paraguay
donde nací como tú !
                         Carlos Guido y Spano

Esta historia constituye, sin dudas, la cúspide del drama latinoamericano. Personifica en América de Sur el mayor genocidio de un pueblo sólo superado por el exterminio de los indígenas nativos producto del choque de dos culturas asimétricas, la blanca europea y la raza americana.

La llamada Guerra de la Triple Alianza fue, como casi todas las guerras, impulsada por razones políticas y de hegemonía continental. Soportada por capitales ingleses, culminó como una inmensa fiesta de rapiña contra un pueblo trabajador y ejemplar. No se puede catalogar en modo alguno como parte del enfrentamiento entre la civilización y la barbarie que fue la constante del siglo XIX, donde los representantes de la cultura y la civilización al estilo europeo combatían a los restos de las culturas indigenas y el estilo caudillesco tan extendido en nuestras tierras. El Paraguay era un nación civilizada al mejor estilo de cualquiera de las naciones americanas. Su único pecado consistía en haber buscado un camino propio, especial, alejado de la vergonzosa tutela de las naciones europeas que desplegaban sus artes diplomáticas y militares buscando imponer su condición de potencias coloniales omnipresentes y omnipotentes.

La historiografía de la segunda mitad del siglo XX tuvo en su foco la reivindicación del papel del Paraguay a mediados del siglo XIX en América. Creemos que es exagerado decir que era la nación mas avanzada del continente. No debemos confundir algunos destellos de modernidad, fruto del voluntarismo de sus dirigentes con los avances tecnológicos fundados en políticas industriales que den real soporte a tales adelantos. Es cierto que el país tenía la primera línea ferroviaria, los primeros telégrafos y la primera fundición de hierro de Sudamérica, pero todos estos adelantos habían sido comprados en Europa aprovechando los inmensos recursos de los que disponía Carlos Antonio López, dictador del Paraguay, y no habían surgido como producto de una madurez como nación. Si bien la educación básica, fruto de los desvelos del presidente, era gratuita y obligatoria, no existía una educación técnica que justificara el liderazgo industrial del país, y la casi totalidad de los pequeños emporios comprados en el viejo continente eran manejados por especialistas también venidos del continente europeo.

Vamos a examinar brevemente los hechos para dar contenido a nuestras afirmaciones. Les proponemos bucear en los últimos quinientos años de la historia, período fecundo donde vieron la luz las jóvenes naciones americanas que se han constituido en conductores de los destinos de la humanidad.

Tratado de San Ildefonso
Luego del descubrimiento de América comenzó una carrera entre Portugal y España por las riquezas que prometía el nuevo continente. Pedro Alvarez Cabral, comisionado de la corona de Portugal, descubre el Brasil en 1500 y el reino luso amenaza con extender sus dominios hasta el Río de la Plata. Alarmado por estas noticias y acicateado por historias provenientes de los nativos que hablaban de inmensas riquezas disponibles en el centro del continente, Carlos I por ese entonces rey de Castilla, acepta el ofrecimiento de don Pedro de Mendoza acaudalado hombre de negocios que propone una expedición de conquista al Atlántico Sur financiada con su propio patrimonio. El soberano acepta el ofrecimiento de Mendoza en 1534 y lo nombra comandante militar de la zona a conquistar invistiéndolo con el título de Primer Adelantado. La expedición de Mendoza funda en 1536, sobre la margen derecha del Rio de la Plata, un puerto protegido por dos primitivos fuertes al que llama Santa María del Buen Ayre. El novel emprendimiento tiene corta duración y en diciembre del mismo año es atacado y destruido por los indios querandíes, escapando Mendoza y algunos de los suyos hacia el norte, donde fundan un fuerte al que llaman Sancti Spiritu en la actual provincia de Santa Fé. Desde allí parte una expedición al mando de Juan de Ayolas para intentar por vía fluvial el acceso a las riquezas del Perú. Ayolas encuentra serias dificultades con el clima y con los indios y recibe el apoyo de una expedición al mando de Juan de Salazar quien el 15 de agosto de 1537 funda Nuestra Señora de Santa María de la Asunción.

Las tribus guaraníes, deslumbradas por los caballos y las armas de los conquistadores, intentaron establecer lazos familiares con los europeos ofreciéndoles sus mujeres. De estas uniones salieron los primeros mestizos de la parte sur de América, y contrariamente a otros lugares, estos hijos de dos razas fueron aceptados como españoles. Sucesivos gobernantes vieron con buenos ojos y favorecieron estas uniones que dieron el sello distintivo al Paraguay colonial y marcaron para siempre la raza mestiza que floreció en el corazón del nuevo continente.

Asunción del Paraguay, conocida como Madre de Ciudades, fue el punto de partida para la colonización de la cuenca del Plata. De su seno partieron los fundadores de Buenos Aires (por segunda vez ya que había sido destruida), Corrientes, Santa Fé, Concepción del Bermejo, Santa Cruz de la Sierra, Santiago de Jerez, y Ciudad Real. Con el tiempo el eje de las actividades económicas se fue trasladando al puerto de Buenos Aires que se constituyó en el centro de la comunicación con la metrópoli, proceso que culminó con la fundación del Virreinato del Río de la Plata, quedando Asunción y la provincia del Paraguay relegada a un segundo plano.

Los comienzos del siglo XIX vieron precipitarse los acontecimientos en América del Sur. En 1806 y 1807 se producen las invasiones inglesas que ocupan gran parte de la Banda Oriental y de Buenos Aires. Desde Asunción se enviaron tropas para colaborar en la victoria contra los atacantes. En mayo de 1810 llega la noticia que los ejércitos de Napoleon Bonaparte ocuparon España. La reacción en América es imitar a las juntas de gobierno que se hacen en España para resistir al invasor. En Buenos Aires se va mas allá y se convoca a un congreso de todas la provincias del Virreinato para discutir la independencia. En Paraguay el gobernador realista de Asunción, Bernardo de Velasco, anuncia la separación de la Provincia del Paraguay del Virreinato del Río de la Plata, jurando el 24 de junio de 1810 fidelidad a la monarquía de Fernando VII.

25 de mayo de 1810
La Primera Junta independiente de Buenos Aires decide enviar un ejército al mando del General Manuel Belgrano a libertar al Paraguay del poder de la corona española. El gobernador Velasco, fiel a las cortes españolas, confió las tropas paraguayas al mando del coronel Manuel Atanasio Cabañas que se enfrentó y venció al ejercito porteño en las batallas de Paraguarí el 19 de enero y Tacuarí el 9 de marzo de 1811. Este fue el bautismo de fuego de los soldados paraguayos que todavía no habían entrado en batalla y mostraron su valor y su determinación a enfrentarse al poder centralista de Buenos Aires.

Como consecuencia directa del enfrentamiento con Belgrano varios destacados militares que habían participado de los hechos bélicos inician el movimiento revolucionario paraguayo. Liderados por Pedro Juan Caballero y Fulgencio Yegros en lo militar y con el apoyo político de varias personalidades, intiman al Gobernador Velazco a unírseles y el 14 de mayo de 1811 inician un gobierno independiente. En poco menos de un mes Velazco es destituido y, luego de un proceso en que se suceden distintos integrantes de la junta gubernativa, finalmente un congreso reunido el 3 de octubre de 1814 concede el título de Dictador Supremo de la República del Paraguay por un período de 5 años a don José Gaspar de Francia. En este momento la república ingresa en un período crucial de su vida. En sucesivas instancias en estos años las elites Asunceñas habían chocado con las Porteñas por lo que no se había logrado un acuerdo para que el Paraguay se integrara a las Provincias Unidas del Rio de la Plata. El Paraguay iniciaba su camino solitario prescindiendo del resto de las naciones de América del Sur. Gaspar de Francia, conocido como “El Supremo”, toma las riendas de todos los poderes del gobierno y empuja al país a un aislamiento casi total que dura hasta el año 1840 en que el Dictador Supremo fallece dejando a su muerte un caos sucesorio.

De las distintas facciones que se disputan el poder luego de la muerte de Gaspar de Francia emerge el doctor en leyes Carlos Antonio López quien, al mejor estilo paraguayo, se convierte también en dictador de su pueblo. Sin embargo López se muestra un gran estadista. Impulsa por todos los medios de que dispone la modernización del país. Construye escuelas públicas intentando que el pueblo paraguayo abrace la cultura. Envía grupos de jóvenes prometedores a Europa donde el estado paga una costosa educación a los que serían los futuros conductores del pueblo paraguayo. En materia política López, receloso de las potencias vecinas, impulsa y proclama la independencia del Paraguay. Esta postura lo lleva a chocar en varias ocasiones con Juan Manuel de Rosas, dictador argentino. Rosas sostenía que un Paraguay independiente de las Provincias Unidas debilitaba a ambos y daba ventajas a las potencias imperialistas vecinas y extranjeras.

Francisco Solano López
En 1862 muere Carlos López y lo sucede en el poder su hijo mayor, Francisco Solano López. Francisco Solano recibió desde su juventud una educación destinada a convertirlo en el conductor de su pueblo. Se inició en la vida militar muy joven y ya a los diecinueve años de edad es nombrado Coronel del ejército paraguayo. Su visión geopolítica de los acontecimientos que se desarrollan en América por esos años difiere de la de su padre: el nuevo presidente paraguayo sueña con la gloria y prepara militarmente a su país para ocupar un lugar preponderante en el delicado equilibrio del poder de la cuenca del Plata. Su oportunidad llega cuando el Brasil envía al gobierno blanco del Uruguay un ultimátum que exige la inmediata reparación de un supuesto caso de abigeato. Las tropas brasileñas, al mando del general José Luis Mena Barreto, invaden el Uruguay ocupando en primera instancia la ciudad de Melo. El mariscal Francisco Solano López protesta enérgicamente y posteriormente declara la guerra al Brasil ordenando el 11 de noviembre de 1864 la captura del Marqués de Olinda, buque mercante brasileño que hacía servicio de carga entre el Brasil y Cormubá en el Mato Grosso.

La primera etapa de la guerra fue la llamada “campaña de Mato Grosso” confiada al general Vicente Barrios, cuñado del mariscal, quien obtuvo resonantes éxitos desalojando a los brasileños de varias fortalezas entre las que se destaca el fuerte de Coimbra.

Para lograr una acción decisiva, Francisco Solano decide acudir en auxilio del Uruguay y para esto pide permiso al general Bartolomé Mitre, presidente de la Argentina, para que las tropas paraguayas puedan atravesar territorio argentino. Mitre, aliado del Imperio del Brasil para derrocar a Rosas y simpatizante del gobierno colorado del Uruguay que había suplantado al partido blanco luego de la invasión, niega este permiso. Paraguay rompe relaciones con Argentina y comienza actividades bélicas. La suerte está echada, el mariscal Francisco Solano López cae en la trampa que le han tendido sus enemigos y que conducirá a su gobierno y a su pueblo a una escalada de violencia y exterminio únicos en la historia Americana.

El 1º de mayo de 1865, mientras los ejércitos paraguayos toman Corrientes y se dirigen hacia el sur, se firma entre los representantes de Argentina, Brasil y Uruguay el vergonzoso tratado secreto de la Triple Alianza. En él se planifica la destrucción del centro de poder que resulta el estado paraguayo, la fijación de nuevos límites entre las naciones que favorecen indiscutiblemente a los estados firmantes e inclusive las abultadas indemnizaciones con el Paraguay deberá compensar a los demás países. Los ejércitos argentinos serán comandados por su presidente, el general Bartolomé Mitre. Las fuerzas navales que remontarán los ríos Paraná y Paraguay estarán a la orden del vicealmirante Visconde de Tamandaré, comandante en jefe de la escuadra de S.M. el Emperador del Brasil. La República Oriental del Uruguay contribuirá con suministros y un ejército a las órdenes primero del General Venancio Flores que participa activamente de la batalla y la liberación de Uruguayana, y después por el Coronel León de Palleja que ofrenda su vida en la batalla de Boquerón. En el propio tratado se establece oficialmente la existencia de ciudadanos paraguayos contrarios al régimen de López que participarán de la contienda integrando la famosa Legión Paraguaya, al mando de los paraguayos Federico Baez y Juan Francisco Decoud.

La Legión Paraguaya

A mediados de 1865 la suerte empieza a cambiar para la milicia paraguaya. El 17 de agosto el destacamento al mando del Comandante Duarte que había ocupado Paso de los Libres es prácticamente exterminado en la batalla de Yatay. El 19 de setiembre, después del prolongado acoso de las fuerzas aliadas, el coronel Antonio de la Cruz Estigarribia rinde sus tropas que resistían en la ciudad de Uruguayana. Es evacuado el ejército de Corrientes y el escenario de la guerra pasa a territorio paraguayo, Francisco Solano López intenta hacerse fuerte en la fortaleza construida por él mismo en Humaitá, donde establece su Cuartel General.

Paraguay no estaba para nada preparado para una guerra de escala mayor, pero el mariscal igual decidió hacerla. En términos de cantidad, el ejército paraguayo con 30.000 hombres era el más poderoso en América Latina. Pero la fuerza del ejército era una mera ilusión ya que le faltaba una dirección especializada, una provisión fiable de armas y material y reservas adecuadas. Desde los días del Supremo, los cuerpos de oficiales habían sido abandonados por razones políticas. El ejército padeció una escasez crítica de personal capacitado y de rango y muchas de sus unidades combatientes estaban mal entrenadas. Al Paraguay le faltó la base industrial para reemplazar las armas perdidas en batalla y la alianza argentino-brasileña bloqueó la recepción paraguaya de armamento enviado desde el extranjero. La población de Paraguay en 1865 era equivalente a menos de la décima parte de la población aliada combinada que sumaba once millones de almas. Solano López llegó a reclutar hasta niños de diez años y forzar a las mujeres a realizar tareas no militares pero aún así, jamás pudo desplegar en el campo de batalla un ejército más grande que el de sus rivales.

Una vez evacuado el territorio argentino, de la fuerza inicial de 30.000 hombres la mitad había sido exterminada o capturada junto con las mejores armas y artillería. La guerra tornose en un desesperado forcejeo para la supervivencia de la nación. Era salir a matar o morir. En mayo de 1866, los paraguayos libraron la batalla de Tuyutí, que fue una espantosa derrota.

Los periodistas ingleses publicaron el tratado secreto de la Triple Alianza. Eso provocó innumerables reacciones a favor del Paraguay. El afamado jurista argentino Alberdi de tendencia confederada desde Europa se convirtió en el campeón de la causa paraguaya y los países americanos con costa en el Pacífico clamaron por un cese inmediato de hostilidades y protestaron agriamente por los términos del tratado. El presidente de Bolivia, general Melgarejo, hasta ofreció un ejército de 12.000 hombres a favor del mariscal López. Desde el momento en que el territorio argentino quedó libre de invasores, la opinión de las provincias argentinas e importantes hombres públicos porteños juzgaron que no había más razón de guerra, pidieron un cese de fuego inmediato y abogaron por el Paraguay. Esa misma gente impidió que Argentina hiciera efectiva su parte del tratado secreto (que era repartir el Paraguay con el Brasil) después de la guerra aunque aceptó la anexión de territorios paraguayos a su país.

Oleo sobre la batalla de Curupaity
Mientras tanto en medio de esa polémica mundial, los aliados sufrieron una estrepitosa derrota en Curupaity el 22 de septiembre de 1866 a manos del valiente coronel José Eduvigis Díaz y sus pocos hombres en la cumbre del cerro del mismo nombre. Del lado aliado, hubo decenas de miles de muertos mientras los guaraníes solo perdieron menos de cien. Fue algo muy chocante sobre todo para la moral argentina, que hasta consideró retirar su ejército de la Alianza.

Los soldados paraguayos desplegaron una inusitada valentía suicida, sobre todo considerando que Solano López mandó a fusilar o torturar a varios de ellos hasta por nimias ofensas. Las unidades de la caballería operaron de a pie por falta de caballos. Batallones de infantería navales armados sólo con machetes atacaron acorazados brasileños. Los ataques suicidas produjeron verdaderos campos de cadáveres. Pero el cólera también se cobró su cuota. A través de 1867 Paraguay había perdido 60.000 hombres por acciones bélicas, enfermedades varias o capturas y otros 60.000 soldados fueron llamados bajo bandera. Solano López inclusive alistó esclavos y las unidades de infantería reclutaron hasta a niños. Se obligaron a las mujeres a que realizaran trabajo de apoyo detrás de la línea de fuego. La escasez de material era tan severa que las tropas paraguayas entraron semidesnudos al combate e incluso hasta coroneles fueron descalzos al campo de acción, según un observador. El carácter defensivo de la guerra, combinado con la tenacidad paraguaya y la ingenuidad y la dificultad que ocasionó la mutua cooperación que tenían los brasileños y argentinos, dio al conflicto un carácter de guerra friccionada. Al Paraguay le faltaron los recursos para poder continuar la guerra contra los gigantes de Sudamérica.

Cuando la guerra se acercó a su inevitable desenlace, Solano López se imaginó rodeado por una inmensa conspiración, entonces ordenó cientos de ejecuciones en el ejército además de dos hermanos y dos cuñados, ministros, oficiales militares y cerca de 500 extranjeros, incluyendo varios diplomáticos. Era el famoso "proceso de San Fernando", un capítulo negro y vergonzoso de la historia guaraní. Ordenó matar a sus víctimas con lanzas para poder ahorrar municiones. Los cuerpos fueron enterrados en una fosa común. Su cruel tratamiento para con los prisioneros era proverbial. El mariscal López condenó a sus propios soldados a la muerte si ellos no cumplían hasta el más mínimo detalle sus órdenes. "Conquistar o morirse" era el lema diario.

Restos de la Fortaleza de Humaitá
La rendición tras largo sitio del fuerte de Humaitá ante fuerzas argentinas el 24 de julio de 1868 fue decisivo para el curso de la guerra porque ese fuerte era la llave de entrada al Paraguay. Tan heroica fue la resistencia paraguaya que cuando salieron los hombres semidesnutridos y casi desnudos, sin municiones, fueron acogidos con altos honores de parte del enemigo en reconocimiento a su valor en combate. En Ytororó y Abay, el general Bernardino Caballero ofreció gallarda resistencia hasta el último hombre contra los avances brasileños para que el mariscal pudiera organizar una batalla decisiva en las Lomas Valentinas donde en 17 de diciembre de 1868 fue atacado igualmente por fuerzas enemigas muy grandes. López pudo salir en retirada después de siete días de combates pero no sin haber fusilado antes a su hermano Benigno López, al obispo Palacios y su canciller José Berges.

Las tropas aliadas entraron en Asunción en enero de 1869, pero Solano López tuvo suerte porque el marqués brasileño Caxias consideró que ocupando la capital en vez de prenderlo daba por terminada la guerra. López logró rejuntar un ejército de 12.000 almas que en realidad eran viejos, niños y mujeres entre Azcurra y Caacupé. Al Brasil le irritó esa cuasi milagrosa supervivencia del tirano paraguayo y decidió continuar la guerra ya sin cuartel. Los argentinos y uruguayos consideraron que ocupando Asunción la guerra se acabó para ellos, dejaron unos regimientos en el lugar y se marcharon de regreso a sus países.

Niños reclutados como soldados
Los brasileños hicieron salvajadas. El 12 de agosto de 1869 ganaron la dramática batalla de Piribebuy y no conformes con eso, incendiaron el hospital repleto de heridos y degollaron al comandante del lugar el mayor Pedro Pablo Caballero. El 16 de agosto de 1869 consta entre los capítulos más luctuosos de América. López dispuso un ejército integrado enteramente por niños para enfrentar a las hordas brasileñas en el fatídico combate de Acosta Ñú… ninguno de los infantes sobrevivió. El conde d’Eu, bárbaro comandante de las fuerzas atacantes, al ver que había combatido y exterminado a un ejército de niños ordenó incendiar el campo para borrar los rastros matando a los heridos y a quienes intentaban socorrerlos. Hoy en la actualidad en esa fecha se celebra el Día del Niño en todo el territorio paraguayo con una sensibilidad especial.
López debió de huir aún más dentro del país hasta que encontró la muerte lanceado por un soldado brasileño a orillas del arroyo Aquidabán en Cerro Corá. Fue el día 1° de marzo de 1870. Con las palabras postreras "muero con mi patria" en los labios del cruel tirano se acabó la guerra más sangrienta que jamás ha visto América.

El año 1870 marcó el punto más bajo en la historia paraguaya. Cientos de miles de paraguayos habían muerto. Degradado y prácticamente destruido, el Paraguay tuvo que soportar una larga ocupación por tropas extranjeras y ceder enormes extensiones de territorio soberano al Brasil y a la Argentina.

Francisco Solano López pasó a la historia como un patriota dispuesto a entregar su vida y la de su pueblo en haras de su dignidad como nación. Sin embargo los observadores discreparon grandemente sobre su figura. George Thompson, un ingeniero inglés que trabajó para el joven López (el británico se distinguió como oficial paraguayo durante la Guerra de la Triple Alianza y después escribió un libro sobre su experiencia) tenía palabras ásperas para su ex-patrón y comandante y lo llamaba "un monstruo sin igual". La conducta de Solano López ponía en evidencia tales cargos. En primer lugar, los cálculos erróneos y ambiciones de Solano López zambulleron al Paraguay en una guerra con la Argentina, el Brasil y el Uruguay. Esa guerra produjo la muerte de la mitad de la población paraguaya y casi eliminó al país de la faz de la Tierra. Durante la guerra, Solano López decretó las ejecuciones de sus propios hermanos y mandó a torturar a su madre y hermanas cuando sospechó de ellos como opositores. Miles de personas, inclusive los mejores soldados y generales también sufrieron la muerte delante de pelotones de fusilamiento o fueron descuartizados por órdenes de Solano López. Otros lo vieron como un paranoico megalómano, un hombre que quiso ser el "Napoleón de Sudamérica" solo para reducir su país en la ruina y convertir a sus compatriotas en mendigos en su vana búsqueda de gloria.

Existen dos causas principales a las que se atribuye la sangrienta guerra contra el Paraguay. La primera se inclinaría por la necesidad de los capitales Británicos, en especial por al casa Baring de Londres que se convirtió en el principal acreedor de los países participantes, de incluir al Paraguay en la cadena de empréstitos con los que mantenía la influencia inglesa en los demás países de la región. Paraguay, fiel a la tradición impuesta por el Supremo, era autosuficiente y no tenía necesidad de los capitales ingleses. Otra teoría indica que la Guerra de Secesión norteamericana que se desarrolló entre los años 1861 y 1865 había hecho peligrar la expansión capitalista de Inglaterra al suprimir el suministro de algodón a la metrópoli. Si bien el Paraguay era un incipiente plantador de algodón, existían estudios que demostraban que su territorio tenía especiales condiciones para sustituir el aporte de los estados sureños norteamericanos, y esta razón se había constituido en motivo para destruir a sangre y fuego al gobierno nacionalista del país sudamericano.

Queremos agregar una nuevo visión sobre las posibles razones que influyeron en el desencadenamiento de la devastadora guerra. La masonería internacional, con sede en Londres, había cumplido su primera etapa en su lucha sin cuartel contra las monarquías europeas emancipando a las naciones americanas a principios del siglo XIX. En apoyo de esta versión queremos recordar que los más grandes libertadores como Simón Bolívar y José de San Martín eran destacados integrantes de las logias americanas. Por el año 1860 el proyecto masón había logrado la unificación de la Argentina como nación y en su conducción se alternaban distinguidos miembros de la masonería como Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento. En Rio de Janeiro a su vez el poder también estaba en manos de famosos integrantes de la masonería encabezados por el mismísimo Pedro I integrante del Gran Oriente del Brasil. El plan masónico había ingresado en una segunda fase para las jóvenes naciones americanas con el cometido de forjar estados modernos, civilizados y liberales al estilo europeo. La República del Paraguay, debido a su prolongado aislacionismo, no había sido permeable a los avances de las logias que respondían a la masonería internacional. Esto, entre otras razones que ya se han comentado, habría impulsado a los hermanos masones de ambas potencias a estrechar filas y marchar contra el único foco de resistencia de la región. Algunas pruebas de estos dichos se pueden encontrar en el libro de Guido Rodriguez Alcalá “Caballero Rey” donde el General Bernardino Caballero, segundo al mando de López en sus últimos años, relata que fue tomado prisionero por las tropas brasileñas y enviado a Río de Janeiro. Allí se lo reclutó para la masonería y una vez asegurada su fidelidad fue devuelto al Paraguay donde, apoyado por el ejército ocupante, encabezó la fundación del Partido Colorado del Paraguay y ocupó un puesto destacado en la reconstrucción del país llegando a ser nombrado Presidente de la República.

Muerte del coronel oriental León de Palleja en Boquerón
No podemos hablar de vencedores y vencidos. El Paraguay quedó prácticamente destruido pasando su población de un millón doscientos mil habitantes a solo un poco mas de cuatrocientos mil, siendo la mortandad masculina de hasta un 90%. La Argentina, enfrentada a una contradicción histórica, enfrentó varias guerras civiles durante el transcurso de las actividades bélicas y la continua oposición de la población en general que quería y respetaba a los paraguayos y consideraba que esa guerra no era suya. En el Uruguay la contienda tampoco era querida por los habitantes y el papel del pequeño país se redujo a enterrar a sus muertos ya que no participó del vergonzoso reparto de utilidades al final de la guerra. El imperialista Brasil aparecería como el ganador indiscutido ya que había conseguido su objetivo de someter al Paraguay a su influencia política y económica, dibujando los límites fronterizos a su antojo. Sin embargo los impresionantes costos monetarios de las acciones bélicas no fueron en modo alguno compensados con las reparaciones que se obligó a pagar al Paraguay y dieron comienzo a la abultada deuda externa Brasileña, coartando en lo sucesivo la libertad del país y su liderazgo sobre la región.

En concreto ninguna nación americana fue beneficiada por la Guerra de la Triple Infamia. Queremos agregar una elocuente frase de un célebre discurso pronunciado por Bartolomé Mitre el 7 de marzo de 1871. Se pregunta: “¿Cuál es la fuerza que impulsa este progreso?” y responde concluyente: “Señores, es el capital inglés”.