domingo, 22 de mayo de 2011

El Convento Franciscano de Cairú debe ser restaurado

O Pelourinho
Recostada sobre una formidable bahía donde se ha escrito la historia de la colonización portuguesa en América, respira emoción la ciudad de Salvador. Su fundación se remonta casi a quinientos años de epopeya y su magia y encanto ha trascendido las fronteras del Brasil llegando al mundo a través de juglares como Jorge Amado y Carybé, argentino de nacimiento pero bahiano por adopción, y también el cantautor Dorival Caymmi, trilogía de ilustres que guiados por la fuerza de la tierra pulieron la gema y la presentaron al mundo como la Capital da Alegría de ese pujante Brasil donde la industria y las finanzas son manejada por descendientes de europeos, y la cultura y manifestaciones populares por mulatos y negros que forman el alma de la nación.

Barra del Río do Inferno en Boipeba
Al sur de la capital, desafiando al Océano Atlántico, se encuentra un bello archipiélago integrado principalmente por las islas de Tinharé, Boipeba y Cairú, hermoso paraíso tropical donde las playas de arena blanca se confunden con el horizonte acunadas por un verde y trasparente océano y una lánguida e inmóvil línea de coqueiros mecidos por el viento. Muy cerca de las piscinas naturales de Moreré, donde se puede apreciar la colorida exuberancia de la vida submarina que prolifera entre los corales costeros, el viajero se encuentra con la desembocadura del Rio do Inferno, que más que un río es un brazo de océano atrapado entre las islas de Tinharé y Boipeba. Unos metros más allá de su barra está el pequeño poblado de Velha Boipeba, donde sus poco más de tres mil habitantes parecen participar de una colectiva siesta tropical. Es la favorita de los turistas que huyen del bullicioso ritmo de vida del Morro do Sao Paulo afamado centro turístico que sacó al archipiélago de su anonimato impulsándolo hacia arriba en las listas de preferencias de paraísos tropicales para turistas de todo el mundo, que se encuentra exactamente del otro lado de la isla de Tinharé.

Adentrándonos en el Río do Inferno vemos como las aguas van perdiendo su transparencia oceánica para tomar un color oscuro producto de los manglares que bordean su cauce, verdaderos pantanos cenagosos donde prolifera una vigorosa fauna y flora local. Al llegar a un recodo del camino y donde el estuario ya tomó el nombre de Río Cairú, se divisa el Posto das Ostras, famoso ya por la degustación de ostras pescadas por los pobladores en el río. Un miserable villorrio rodeado de cocoteros donde el tiempo se transforma y las prioridades del mundo cambian. Dona Suzeane, hija y nieta de los antiguos pobladores de Canavieiras, que así se llama el lugarejo, comanda un negocio de venta de ostras a los turistas en una gran balsa que flota sobre las oscuras aguas del río. Ella es analfabeta, pero sin necesidad de un master en economía y globalización, ya descubrió los beneficios del fast food y vende ostras en solo dos modalidades: cruda con limón y grelhada con queso, palmito y orégano. “Os homens aquí nao trabalham, aquí trabalha a mulher, eles estao por ahí deitados…” dice sonriendo y señalando las casas cercanas al río. Los trescientos cincuenta pobladores se conocen entre ellos, y en general se dedican a la pesca. Sus hijos van a la escuela de Cairú, cuenta orgullosa, y casi sin quererlo revela su secreto sueño de que continúen sus estudios en Salvador. Los negocios han ido bien, la llegada de turistas es siempre creciente, y Dona Suzeane, mientras abre ostras, sueña con un futuro distinto para sus pequeños…


Al continuar el recorrido fluvial se llega al poblado de Cairú, sobre la isla del mismo nombre y cuyo puerto está flanqueado de numerosos jóvenes dispuestos a trabajar de guías para los viajeros. Cairú fue fundado por los Portugueses en 1608 con el nombre de Nossa Senhora do Rosario de Cairú, es el único municipio-archipielago del Brasil y constituye el centro administrativo de las islas. Allí vive Valdir desde hace tres años. Estudió una licenciatura de turismo en su Minas Gerais natal y una vez recibido fue atraído a la capital del archipiélago por la belleza y el potencial del lugar. Puso un negocio de comidas pero las cosas no funcionaron como se esperaba y tuvo que cerrar las puertas. Por intermedio de conocidos en la Orden Franciscana consiguió trabajo como guía en el Convento. Espera que la llegada de turistas crezca lo suficiente para reabrir su restaurante donde invirtió ahorros y sueños. El recorrido comienza anodino y sin ganas, pero a medida que las preguntas demuestran interés, Valdir se transforma y explica, gesticula, nos transporta hacia el pasado haciendo consideraciones sobre la importancia de la Iglesia que se constituye en la primera manifestación del barroco luso-brasilero, doblemente pionera ya que fue construida en 1654 por orden de la corona portuguesa aún antes que el estilo apareciese en Portugal. Muestra orgulloso el fino acabado azul y blanco de los azulejos que rodean el patio y la imponente obra en mármol blanco portugués donde se plasma el clásico cordón de la Orden Franciscana cuyos tres nudos representan el ideal de castidad, pobreza y obediencia, junto con el escudo de armas de la casa real portuguesa, bajo cuyo auspicio se ejecutó la gran obra. Tanto la fachada como el interior de la capilla están colmados de andamios y las obras de reconstrucción de la dañada Iglesia se vienen llevando a cabo desde hace dos años, con distinta intensidad, financiados por importantes empresas como Petrobras y Bradesco.

Arrodillado en el jardín interior y muy atareado trabajando laboriosamente la tierra se encuentra Frei Joaquim, hombrecito de pequeña estatura y avanzada edad. Sonríe mientras acomoda sus lentes y al saber que somos uruguayos dice que en este año han visitado el convento veintiocho compatriotas, acompañando el sorprendente guarismo con un movimiento de cabeza. Nacido en Recife hace ya muchos años, comparte con Frei Dieter, de origen alemán, la responsabilidad de llevar adelante el convento. Añora sus años en su tierra donde los viernes después de clase conducía a los jóvenes a retiros espirituales en la casa franciscana de Sao José de Coroa Grande. Desde hace veinte años que llegó a Cairú y desde entonces abogó por la reconstrucción de la fachada y el interior del convento, bastante destruidas por la acción del tiempo. Hace dos años las obras comenzaron y aún hay mucho por hacer. Frei Joaquim sueña con que la vieja Iglesia restaurada seduzca a una mayor cantidad de turistas y entonces, si Dios lo quiere, la importancia del lugar atraiga algún Frei joven que pueda continuar la obra franciscana en Cairú, ya que él siente que le quedan pocas fuerzas.

El Convento Franciscano de Cairú debe ser restaurado, muchos sueños dependen de ello….

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