jueves, 24 de mayo de 2012

ZEN


Za zen
Al entrar la mentalidad china en contacto con el pensamiento hindú bajo la forma del budismo, alrededor del primer siglo de nuestra era, dos sucesos paralelos tuvieron lugar. Por un lado, la traducción de los sutras budistas estimuló a los pensadores chinos y los condujo a interpretar las enseñanzas de Buda de acuerdo con sus propias filosofías. Así apareció un inmensamente fructífero intercambio de ideas, que culminó, como ya mencioné antes, con la Hua-yen (en sánscrito: Ava-tamsaka), escuela de budismo china, y en Japón con la escuela Keg on.
Al mismo tiempo, el aspecto pragmático de la mentalidad china respondió al impacto del budismo hindú concentrándose en sus aspectos prácticos y desarrollándolos dentro de un tipo especial de disciplina espiritual a la que se dio el nombre de Ch'an, término que usualmente se traduce corno "meditación". Esta filosofía Ch'an fue adoptada por Japón a principios del siglo XIII, siendo desde entonces cultivada como una tradición viva, hasta la actualidad, con el nombre de Zen.
De este modo, el Zen es una mezcla de las filosofías y las particularidades de tres culturas diferentes. Es algo típicamente japonés y sin embargo refleja el misticismo de la India, el amor a la naturalidad y a la espontaneidad de los taoístas y el meticuloso pragmatismo de la mentalidad confuciana.
Pese a su carácter tan especial, el Zen es puramente budista, porque su finalidad no es otra que el Buda mismo: el logro de la iluminación, conocida en Zen como Satori. La experiencia de la iluminación constituye la esencia de todas las escuelas de filosofía orientales, pero el Zen es el único en concentrarse exclusivamente en dicha experiencia, sin interesarse en interpretaciones más extensas. En palabras de Suzuki, el "Zen es la disciplina de la iluminación". Desde el punto de vista del Zen, el despertar del Buda y la enseñanza del Buda, en el sentido de que todo el mundo puede alcanzar ese despertar constituyen la esencia del budismno. Todo el resto de la doctrina, expuesto en los voluminosos sutras, se considera como algo suplementario.
La experiencia del Zen es pues, la experiencia del satori y dado que tal experiencia, a fin de cuentas, trasciende todas las categorías de pensamiento, el Zen no muestra ningún interés por la abstracción o la conceptualización. No posee ninguna doctrina especial y ninguna filosofía, ningún credo formal y ningún dogma, y sostiene que esta libertad de toda creencia es lo que lo hace verdaderamente espiritual.
Más que ninguna otra escuela de misticismo oriental, el Zen está convencido de que las palabras nunca pueden expresar la verdad última. Tal vez heredó esta convicción del taoísmo, que muestra la misma actitud sin compromisos. "Si uno pregunta sobre el Tao y otro le responde", según Chuang Tzu, "ninguno de los dos lo conoce".1

1 Chuang Zu, trad. James Legge, cap.22.

Sin embargo, la experiencia Zen puede ser transmitida de maestro a alumno y, de hecho, ha sido transmitida durante muchos siglos mediante métodos especiales propios de Zen. En un clásico resumen de cuatro líneas, el Zen es descrito corno:

Una transmisión especial fuera de las escrituras.
No basada en palabras y letras.
Que señala directamente inicia la siente humana.
Viendo la naturaleza real y alcanzando el espíritu de Buda.

Esta técnica de "señalamiento directo" constituye el rasgo principal del Zen. Es típica de la mentalidad japonesa, más intuitiva que intelectual y que gusta de anunciar los hechos como hechos, sin mucho comentario. Los maestros Zen no eran muy dados a la verborrea y despreciaban todo lo teorizarte y toda especulación. De este modo desarrollaron métodos que señalaban directamente hacia la verdad, con acciones o palabras súbitas y espontáneas, que exponen las paradojas del pensamiento conceptual y, como los koanes ya mencionados anteriormente, están destinadas a detener el proceso del pensamiento y a preparar al estudiante para la experiencia mística. Esta técnica queda bien ilustrada mediante los siguientes ejemplos de breves conversaciones entre maestro y discípulo. En estas conversaciones, que componen la mayor parte de la literatura Zen, los maestros hablan tan poco como sea posible y utilizan sus palabras para llevar la atención del discípulo de los pensamientos abstractos a la realidad concreta.

Un monje pidiendo ser instruido, dijo a Bodhidharma:
 No tengo paz mental. Por, favor, da paz a mi mente.
-Trae tu mente aquí,  ante mí --contestó Bodhidharma-, y le daré la paz.
-Pero, cuando busco mi puente -dijo el monje-, no la encuentro.
-¡Ya ves! -exclamó Bodhidharma, ya la tienes pacificada.2

2 A. W. Watts, The Way o(' Zen pág. 87.

Un monje dijo a Joshu: "Acabo de entrar en el monasterio. Por favor, enséñame". Joshu le preguntó: "¿Has comido ya tu sémola de arroz?"
El monje contestó: "Ya la he comido".
             Joshu dijo: "Entonces deberías lavar tu tazón".3

3 P. Reps, Zen Flesh, Zen Bones (Anchor Books, Nueva York), pág. 96.

Estos diálogos nos muestran otro aspecto también peculiar del Zen. La iluminación en el Zen no significa renuncia al mundo, sino, al contrario, la participación activa en los asuntos cotidianos. Este punto de vista tenía gran atractivo para la mentalidad china, que concedía mucha importancia a la vida práctica y productiva y a la idea de la perpetuación de la familia, y no podía aceptar el carácter monástico del Budismo hindú. Los maestros chinos siempre resaltaban que el Ch'an, o Zen, es nuestra experiencia diaria, la "mente de cada día" como proclamaba Ma-tsu.
Su énfasis estaba en despertar en medio de los asuntos cotidianos y aclaraban que veían la vida diaria no sólo como el camino hacia la iluminación, sino como la iluminación misma.
En Zen, el satori significa la experiencia inmediata de la naturaleza búdica de todas las cosas. Entre ellas, están antes que nada los objetos, los asuntos y las personas implicadas en la vida cotidiana, de este modo, al mismo tiempo que resalta las cosas prácticas de la vida, el Zen es profundamente místico. Viviendo totalmente el presente y prestando atención a todos los asuntos cotidianos, el que ha alcanzado el satori experimenta la maravilla y el misterio de la vida en cada acto por sencillo que este sea:

¡Qué maravilla, qué misterio!
Transporto leña, saco agua.4

4 Citado por D. T. Suzuki en Zen and Japanese Culture (Bollingen Series, Nueva York, 1959), pág. 16.

La perfección del Zen de este modo, es que cada uno viva su vida cotidiana de una manera natural y espontánea. Cuando pidieron a Po-chang que definiese el Zen, dijo: "Cuando tengo hambre, como; cuando estoy cansado, duermo". Aunque suena simple y evidente, como tantas cosas en Zen, resulta de hecho una tarea difícil. Para recuperar la naturalidad de nuestra situación original se necesita de un largo entrenamiento y ello constituye un gran logro espiritual. En las palabras de un famoso dicho Zen:

Antes de estudiar el Zen, las montañas son montañas, y los ríos son ríos. Mientras estás estudiando el Zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos, pero una vez obtenida la iluminación, las montañas vuelven a ser montañas, y los ríos vuelven a ser ríos.


El énfasis del Zen sobre la naturalidad y la espontaneidad muestra sin lugar a dudas sus raíces taoístas, pero la base de este énfasis es estrictamente budista. Es la creencia en la perfección de nuestra naturaleza original, la consciencia de que el proceso de la iluminación consiste simplemente en llegar a ser lo que ya somos desde el principio. Cuando le preguntaron al maestro Zen Po-chang sobre la búsqueda de la naturaleza del Buda, respondió, "es muy parecido a buscar un buey mientras estás montado sobre él".
En el Japón actual existen dos escuelas principales de Zen, que difieren en sus métodos de enseñanza. La Rinzai o escuela "súbita" utiliza el método de los koanes, corno ya comenté en un capítulo previo, y da mucha importancia a periódicas entrevistas formales con el maestro, llamadas san-zen, durante las cuales se pide al estudiante que presente su opinión sobre el koan que está tratando de resolver. La solución de un koan implica largos períodos de concentración muy intensa, que sirven de preparación e introducción a la percepción súbita del satori. Un maestro experto sabe cuándo el estudiante ha alcanzado el borde de la iluminación repentina y puede empujarle a la experiencia del satori con actos inesperados, como un golpe con un bastón o un fuerte grito.
La escuela Soto o "gradual", evita los bruscos métodos de la Rinzai y pretende la maduración gradual del estudiante, "como la brisa de primavera que acaricia la flor ayudándola a florecer".5 Es partidaria del "estar sentado tranquilamente" y de la utilización del trabajo usual como modos de meditación.

5 P. Kapleau, Three Pillars of Zen pág 49.

Ambas escuelas, la Soto y la Rinzai dan una gran importancia al zazen, o meditación sentada, la cual se practica en los monasterios Zen todos los días durante muchas horas. La postura y la respiración correctas de esta forma de meditación es lo primero que todo estudiante de Zen debe aprender. En el Zen Rinzai, se emplea zazen en la preparación de la mente intuitiva para el manejo del koan, y la escuela Soto considera al zazen como el medio más importante para ayudar al estudiante a madurar y a evolucionar hacia el satori. Incluso se considera al zazen como la realización de la propia naturaleza de Buda: cuerpo y mente fundidos en una armoniosa unidad que no necesita de ningún otro perfeccionamiento. Como dice un poema Zen:

Sentado tranquilamente, sin hacer nada.
La primavera llega y la hierba crece por sí sola.6

6 Zenrin Kushu; en A. W. Watts, ob. cit., pág. 134.

Al afirmar el Zen que la iluminación se manifiesta en los asuntos cotidianos, su influencia sobre todos los aspectos de la tradicional forma de vida japonesa ha sido enorme. No sólo se manifiesta en las artes de la pintura, caligrafía, jardinería y otras habilidades diversas, sino también en las actividades ceremoniales como servir el té o colocar las flores, en las artes marciales, en el tiro con arco, en la esgrima y en el judo. Cada una de estas actividades se conoce en Japón como un do, es decir, un Tao o "vía" hacia la iluminación. Todas ellas explo-ran varias características de la experiencia Zen y pueden ser empleadas para entrenar la mente y ponerla en contacto con la realidad última.
Ya he mencionado la lenta y ritual actividad del cha-no-yu o ceremonia del té, el movimiento espontáneo de la mano requerido para la caligrafía y la pintura, y la espiritualidad del bushido o "camino del guerrero". Todas estas artes expresan la espontaneidad, la simplicidad y la total presencia mental característica del Zen. Aunque todas ellas requieren una gran perfección técnica, la verdadera maestría sólo es alcanzada cuando se trasciende la técnica y el arte se convierte en "arte sin arte", espontáneo, que surge de la inconsciencia.
Tenemos la suerte de disponer de una maravillosa descripción de un tal "arte sin arte", en el librito de Eugen Herrige1 El Zen en el arte del tiro con arco. Herrigel pasó más de cinco años con un célebre maestro japonés, a fin de aprender su "místico" arte, y en su libro nos da un informe personal de cómo experimentó el Zen a través del tiro con arco. En él describe cómo el tiro con arco le fue presentado como un ritual religioso que se "baila" con movimientos espontáneos. Aprender a tensar el arco "espiritualmente", con una especie de esfuerzo fácil, y a soltar la cuerda "sin intención", dejando que el disparo "caiga como una fruta madura" le llevó muchos años de ardua práctica, que llegó a transformar todo su ser. Cuando finalmente logró la cima de la perfección, arco, flecha, blanco y arquero, se hicieron uno, y ya no era él quien disparaba, sino que "eso" lo hacía por él.
La descripción de Herrigel sobre el tiro con arco constituye uno de los testimonios más puros del Zen, pues no habla del Zen en absoluto.

Extraído de: El Tao de la Física, Fritjof Capra



lunes, 14 de mayo de 2012

FELIZ CUMPLEAÑOS DECANO !!!!!



Un 14 de mayo de 1899 nacía el Club Nacional de Football, decano del fútbol uruguayo y una de las Instituciones mas importantes de América.

SALUD!!!!


El Tao

De las dos principales tendencias chinas de pensamiento, el confucionismo y el taoísmo, esta última es la que está más orientada místicamente y por lo tanto resulta la más adecuada para ser comparada con la física moderna. Al igual que el hinduismo y el budismo, el taoísmo se interesa más en la sabiduría intuitiva que en el conocimiento racional. Reconociendo las limitaciones y la relatividad del mundo del pensamiento racional, el taoísmo es, básicamente, una vía de liberación de este mundo y en este sentido, se lo puede comparar con el yoga o el Vedanta del hinduismo, o con el Octuple Sendero del Buda del budismo. En el contexto de la cultura china, la liberación taoísta significaba muy concretamente, una liberación de las estrictas reglas convencionales.
La desconfianza hacia el conocimiento y el razonamiento convencionales es más fuerte en el taoísmo que en cualquier otra escuela de filosofía oriental. Está basada en la firme creencia de que el intelecto humano nunca podrá comprender el Tao. En palabras de Chuang Tzu:

El conocimiento más amplio no Lo conoce necesariamente. El razonamiento no hará hombres sabios en El. Los sabios se han decidido contra estos dos métodos.1

1 Chuang Tzu, trad. lames legge, adaptado por Clae Waltham (Ace Books, Nueva York, 1971), cap. 22.

El libro de Chuang Tzu está lleno de pasajes que reflejan el desprecio taoísta hacia el razonamiento y la argumenta-ción. Por eso dice:

A un perro no se le considera bueno porque ladre bien; a un hombre no se le considera sabio porque hable hábilmente.2

La disputa es una prueba de que no se ve con claridad.3

2 Ibid., cap. 24.
3 Ibid., cap. 2.

Los taoístas consideraban que el razonamiento lógico formaba parte del mundo artificial del hombre, junto con la etiqueta social y las pautas morales. No tenían el mínimo interés en ese mundo sino que concentraban su atención en la observación de la naturaleza, a fin de discernir las “características del Tao”. De este modo, desarrollaron una actitud que era esencialmente científica y sólo su profunda desconfianza hacia el método analítico les impidió construir apropiadas teorías científicas. Sin embargo, la cuidadosa observación de la naturaleza, combinada con una fuerte intuición mística, condujo a los sabios taoístas a profundas percepciones, que han sido confirmadas por las modernas teorías científicas.
Una de las más importantes percepciones taoístas fue la idea de que la transformación y el cambio son rasgos esencia-les de la naturaleza. Un pasaje de Chuang-Tzu muestra con claridad cómo la importancia fundamental del cambio era discernida mediante la observación del mundo orgánico.

En la transformación y el crecimiento de todas las cosas, cada brote y cada característica tiene su propia forma. En ella está implícita su gradual maduración y su decadencia; el flujo constante de la transformación y el cambio.4

4 Ibid., cap. 13.

Los taoístas consideraban a todos los cambios que se dan en la naturaleza como manifestaciones de la interrelación dinámica existente entre los opuestos polares yin y yang, y de este modo llegaron a creer que cualquier par de opuestos constituye una relación polar, donde cada uno de los dos polos está dinámicamente unido al otro. Para la mentalidad occidental, esta idea de la unidad implícita de todos los opuestos es extremadamente difícil de aceptar. A nosotros nos parece de lo más absurdo que las experiencias y valores que siempre habíamos considerado contrarios sean, a fin de cuentas, aspectos de una misma cosa. En Oriente, sin embargo, siempre se consideró que para lograr la iluminación es esencial "tras-cender los opuestos del mundo''5 y en China, la relación polar de todos los opuestos constituye la misma base del pensa-miento taoísta. Dice Chuang Tzu:

"Este" es también "aquél". "Aquél", es también "éste"... Que "aquél" y "éste" dejen de ser opuestos constituye la esencia misma del Tao. Sólo esta esencia, como un eje es el centro del círculo, que responde a los cambios sin fin.6

5 Bhagavad Gita, 2.45.
6 Citado en la obra de Fung Yu-Lan, A Short History of Chinese Philosphy (Macmillan, Nueva York, 1958), pág. 112.

De la noción de que los movimientos del Tao son una interacción continua entre los opuestos, los taoístas dedujeron dos reglas básicas de la conducta humana. Siempre que desees lograr algo, deberás comenzar por su opuesto. Según Lao Tse:

Quien quiera contraer algo, deberá antes expandirlo.
Quien quiera debilitar algo, deberá antes fortalecerlo.
Quien quiera destruir algo, deberá antes levantarlo.
Quien quiera obtener algo, debe antes haberlo dado.
A esto se llama conocimiento profundo.7

Por otro lado, siempre que se desee retener algo, deberá admitirse en él algo de su opuesto:

Doblégate y permanecerás erecto.
Vacíate y permanecerás lleno.
Úsate, y permanecerás nuevo.8

7 Lao Tzu, Tao Te Ching, trad. Ch'u Ta-Kao (Allen & Unwin, Londres. 1970, cap. 36.
8 Ibid., cap. 22.

Así vive el sabio que ha alcanzado el punto más elevado, punto desde el cual la relatividad y la relación polar de todos los opuestos es claramente percibida. Estos opuestos incluyen, antes que nada, a los conceptos del bien y del mal, que se interrelacionan del mismo modo que el yin y el yang. Reconociendo la relatividad del bien y el mal, así como la de las pautas morales, el sabio taoísta no se esfuerza en lograr el bien sino que más bien trata de mantener un equilibrio dinámico entre el bien y el mal. Chuang Tzu es muy claro en este punto:

Los dichos: "¿No debemos seguir y honrar lo correcto sin tener nada que ver con lo erróneo?" y "¿No debernos seguir y honrar a aquellos que aseguran el buen gobierno sin tener nada que ver con los que producen desorden?" muestran una falta de conocimiento de los principios del Cielo y de la Tierra y de las diferentes cualidades de las cosas. Es como seguir y honrar al Cielo sin tomar en consideración a la Tierra. Es como seguir y honrar al yin sin preocuparse del yang. Está claro que una conducta así no debe seguirse.9

9 Chuang Tzu, ob. cit., cap. 17.

Es sorprendente que, al mismo tiempo que Lao Tse y sus seguidores desarrollaban su visión del mundo, los rasgos esenciales de esta cosmovisión fueran también enseñados en Grecia por un sabio de cuyas enseñanzas han llegado hasta nosotros sólo fragmentos, y que fue, y todavía es, usualmente mal comprendido. Este "taoísta" griego fue Heráclito de Efeso. Compartió con Lao Tse, no sólo su énfasis en el conti-nuo cambio, que plasmó en su afirmación de que "todo fluye" sino también el concepto de que todos los cambios son cíclicos. Comparó el orden del mundo con un "fuego siempre vivo, que en cierta medida se enciende y en cierta medida se extingue"10, imagen muy similar a la idea china del Tao en su manifestación cíclica del yin y el  yang.

10 En G. S. Kirk, Heraclitus - The Cosmic Fragments pág. 307.

Es fácil ver cómo el concepto de cambio corno interacción dinámica de los opuestos condujo tanto a Heráclito como a Lao Tse al descubrimiento de que todos los opuestos son polares, y por lo tanto, están unidos. "El camino hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y el mismo" y "Dios es día--noche, invierno-verano, guerra-paz, saciedad-hambre”11 dijo Heráclito. Igual que los taoístas, consideró que todo par de opuestos formaba una unidad y fue muy consciente de la relatividad de todos estos conceptos. Sus palabras: "las cosas frías se calientan por sí solas, las calientes se enfrían, lo húmedo se seca, lo seco se humedece” 12 nos recuerdan viva-mente a las de Lao Tse: "Lo fácil origina lo difícil... el silencio armoniza al sonido, el después sigue al antes".13

11 Ibid., págs. 105, 184.
12 Ibid., pág. 149.
13 Lao Tzu, ob. cit., cap. 2.

Asombra ver que la gran similitud existente entre las visiones del mundo de estos dos sabios del siglo VI a.C. no sea generalmente conocida. A Heráclito se le relaciona a veces con la física moderna, pero casi nunca con el taoísmo. Y sin embargo, es esta relación la que mejor demuestra que su visión del mundo era la visión de un místico y, por consiguiente, en mi opinión, sitúa los paralelismos existentes entre sus ideas y las de la física moderna en la perspectiva correcta.
Al hablar sobre el concepto taoísta del cambio, es importante advertir que este cambio no se considera consecuencia de fuerza alguna, sino más bien como una tendencia innata e inherente en todas las cosas y situaciones. Los movimientos del Tao no son forzados, sino que ocurren de un modo natural y espontáneo. La espontaneidad es el principio de acción del Tao, y puesto que la conducta humana debe conformarse al Tao, la espontaneidad debe también ser característica de todos los actos humanos. Actuar así, en armonía con la natu-raleza, significa para los taoístas obrar espontáneamente y de acuerdo con la verdadera naturaleza de uno. Significa confiar en nuestra inteligencia intuitiva, innata en la mente humana, del mismo modo que las leyes del cambio son innatas en todas las cosas que nos rodean.
Los actos del sabio taoísta, por tanto, nacen de su sabiduría intuitiva, de un modo espontáneo y en total armonía con su entorno. No necesita forzarse a sí mismo, ni a lo que le rodea, sino que simplemente adapta sus obras a los movimientos del Tao. En palabras de Huai Nan Tzu:

Quienes siguen el orden natural, fluyen en la corriente del Tao.14

14 J. Needham, Science and Civilisation in China (Cambridge University Press, Londres, 1956), vol. 11, pág. 88.

Esta forma de actuar es denominada en la fila taoísta wu-wei, término que literalmente significa "no acción", y que Joseph Needham traduce como "abstenerse de toda actividad que vaya contra la naturaleza", justificando su interpretación con una cita de Chuang-Tzu:

La no-acción no significa no hacer nada y guardar silencio. Permitamos que todo haga lo que hace natural-mente, a fin de que satisfaga su naturaleza.15

15 Ibidd., págs. 68-69.

Si nos abstenemos de actuar en contra de la naturaleza o, como dice Needharn, de "ir contra las cosas", nos hallaremos en armonía con el Tao y de este modo nuestros actos triunfarán. Este es el significado de las palabras aparentemente absurdas de Lao Tse: "mediante la no acción todo puede hacerse".16

16 Lao Tzu, ob. cit., cap. 48. 17.- Lao Tzu, ob. cit., caps. 1, 2.

El contraste entre fin y yang no sólo constituye el principio básico de la cultura china, sino que también se refleja_ en las dos tendencias dominantes del pensamiento chino. El confucionismo era racional, masculino, activo y dominante. El taoísmo, sin embargo, resaltaba todo aquello que fuese intui-tivo, femenino, místico y flexible. "Es mejor no saber que se sabe" y "el sabio lleva sus asuntos sin acción y da sus enseñan-zas sin palabras"", dice Lao Tse. Los taoístas pensaban que exteriorizando lo femenino, las cualidades más tiernas de la naturaleza humana, era más fácil llevar una vida perfectamente equilibrada y en armonía con el Tao. Esta idea queda resumida en un pasaje de Chuang-Tzu que describe una espe-cie de paraíso taoísta:

El hombre de la antigüedad, cuando todavía no se había desarrollado la condición caótica, compartía la pláci-da tranquilidad del mundo entero. En aquel tiempo el yin y el yang estaban en armonía y calma; su descanso y su movimiento discurrían sin ser alterados; las cua-tro estaciones tenían sus épocas definidas; nada reci-bía daño alguno, y ningún ser humano llegaba a un final prematuro. Los hombres poseían la facultad del cono-cimiento, pero no tenían ocasión de emplearlo. Era el estado de unidad perfecta. En aquel tiempo, no existía la acción por parte de nadie, sino que todo era una manifestación constante de la espontaneidad.18

18 Chuang Tzu, oh. cit., cap. 16.

Extraído de: El Tao de la Física - Fritjof Capra