jueves, 22 de diciembre de 2011
Feliz Navidad y un excelente Año 2012
Ayer fue el día mas largo del año y seguramente muchos uruguayos lo disfrutaron observando la fuerte tormenta que se abatía sobre nuestra tierra. Hoy nuevamente brilla el sol, el agua lavó simbólicamente nuestras culpas y nos aprestamos, como todos los años, como desde hace milenios, a festejar y agradecer un año mas de nuestras vidas sobre el planeta.
No sabemos por que estamos, no sabemos a que venimos, algunos pensarán que es por dinero, por la gloria, por la belleza o por el amor, pero todos los pequeños y frágiles seres humanos continúan codo con codo, a veces discutiendo, a veces matando y muriendo, este tránsito sin fin al que la naturaleza obliga a nuestra raza.
Tal vez entre tanta botella descorchada, entre tanta comida y fuegos artificiales haya un momento, pequeño pero sublime, para entender que llegamos sin nada, desnudos a esta aventura, y de la misma forma nos vamos. Debemos pues tomarnos ese momento para discernir en nuestras profundidades, que bien pueden abrevar de los arquetipos de la raza, cual debería ser nuestro destino y nuestra razón de ser propios, personales. Una vez encendida esa luz de conocimiento todos los caminos se van a volver luminosos y facilmente transitables.
En realidad lo que quiero decir es:
FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO 2012 PARA TODOS!!!!
martes, 6 de diciembre de 2011
CELAC: Un nuevo paso para la integración latinoamericana
Declaración fundacional del CELAC
Sin dudas que hay que saludar con entusiasmo la creación de este nueva ámbito de integración que abarca, por primera vez en la historia, a todas las naciones americanas excepto Estados Unidos y Canadá.
La pregunta que nos deberíamos hacer es la siguiente: ¿Está destinada la CELAC a ser el único organismo de integración real de las Américas, o simplemente se va a convertir en una hermosa declaración de sueños y quejas, deporte favorito de las clases políticas de Latinoamérica en los últimos doscientos años?
Es muy difícil contestar a esta pregunta cuando estamos a las puertas de un nuevo orden mundial que va a marcar a los seres humanos por lo menos en los próximos doscientos años de la vida del planeta que habitamos. Si observamos los últimos acontecimientos en perspectiva, vemos que la globalización sigue su marcha impertérrita y no es afectada por las numerosas y profundas crisis por las que atraviesa nada menos que lo que estamos acostumbrados a llamar primer mundo o mundo desarrollado.
Algunos estiman que estos largos años de crisis económica afectando a los sectores de mejor nivel de vida del planeta son producto de una manipulación del sistema económico global con la doble finalidad de expoliar a los habitantes del primer mundo de sus ahorros mediante períodos de inflación duraderos, explosión de burbujas hipotecarias – es decir cuando usted invierte su dinero, y aún mas, hipoteca su futuro con préstamos amortizables en veinte o treinta años para comprar una casa y de un día para el otro ese bien inmueble pasa a valer la mitad de lo que pagó por él – y pérdida de ahorros en caóticas corridas bursátiles que desquician al individuo común que apuesta su futuro económico en los diversos instrumentos financieros disponibles. El segundo objetivo que perseguirían los siniestros operadores en la sombra sería generar las condiciones mentales adecuadas para el desembarco de las primeras reglas explícitas de dominación mundial. Los golpeados habitantes del primer mundo, después de tantos años de escasez, desempleo e incertidumbre económica, recibirían de buen grado un “salvador” que mediante pocas pero estratégicas reglas restaurará el orden a cambio de entregar a manos de organismos internacionales parte de las libertades individuales y de los estados soberanos. Esta estrategia de dominación no es nueva para la humanidad que ya la ha sufrido muchas veces a lo largo de la historia. La novedad es que por primera vez se utilizaría a escala planetaria y habría que ver hasta donde podría llegar apalancada en el hecho de que por primera vez el nuevo modelo será único para todo el planeta, sin competencias, algo que nunca se dio en la historia. En anteriores ocasiones, a la larga, el desgaste provocado por la confrontación con otros bloques y aún la comparación con los niveles de vida de los otros bastaron para minar los sistemas, como por ejemplo en el modelo implantado en la fallecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas del siglo pasado.
La historia vuelve a repetirse
La integración americana es un viejo sueño que se remonta a los pensadores ilustrados del siglo XVIII. Tuvo su primera expresión en el pensamiento de los próceres de la independencia latinoamericana donde resaltan nombres como Bolívar y Martí. En la entonces Banda Oriental destacan también las ideas integradoras y federales de José Gervasio Artigas, prócer del Uruguay, cuya ideario federal y vocación latinoamericanista es todavía válida en nuestros días.
Sin embargo los primeros intentos reales de dicha integración surgen recién en el siglo XX, a partir de la segunda guerra mundial, y debido a dos causas principales: la polarización de las naciones en dos bandos que comienzan un largo conflicto por la supremacía, la llamada guerra fría, que duró casi cuarenta años y ocupó la casi totalidad de la segunda mitad del siglo arrastrando a todos los moradores del planeta; y la toma de conciencia de las naciones latinoamericanas de la necesidad de neutralizar de algún modo la todopoderosa influencia del gobierno de los Estados Unidos que consideraba a esta región del mundo como su “patio trasero” donde podía imponerse a sangre y fuego según le dictaban sus necesidades del momento.
Unámonos primero en pos de nuestros anhelos económicos, en pos del mercado común y después podremos ir superando las barreras aduaneras, y algún día las barreras artificiales habrán desaparecido. Que en un futuro no muy lejano nuestros pueblos puedan abrazarse en una América Latina unida y fuerte. Ello será un gran paso de avance hacia la unión política futura, como fue el sueño de nuestros antepasados.
Fidel Castro en Montevideo en 1959
Uno de los factores aglutinantes de los esfuerzos de la integración económica se creó en México en 1951 en el marco de la recientemente creada Organización de las Naciones Unidas (ONU), que favoreció la creación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), organismo que se convirtió no sólo en el principal centro generador de teorías sobre el desarrollo de la región, sino además en plataforma para la implementación de políticas económicas encaminadas al mismo fin. La CEPAL tuvo mayoritariamente un papel de racionalización que ayudó a una integración económica de las naciones, y acompañó el tránsito desde el viejo modelo de sustitución de importaciones hacia un modelo mas liberal –llamado neoliberal por algunos- donde se pudiera acelerar los procesos de intercambio económicos y maximizar el crecimiento de la región.
ALALC
En febrero de 1960, surge la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) que inicialmente agrupó a Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
El planteo para su creación fue la eliminación del bilateralismo mercantil, dando marco a una integración de muchos con muchos, eliminando aranceles y otras restricciones aduaneras mediante la elaboraron de dos listas de productos, una común y otra nacional. La común tendría carácter definitivo y en la nacional cualquier país podía pedir la revocación de las concesiones hechas a los demás integrantes del bloque.
Las numerosas cláusulas de escape previstas para los productos agrícolas y la no inclusión de nuevos productos a las listas de aranceles comunes, favorecieron a los integrantes más industrializados y poderosos. Las cifras indican que el comercio interzonal se duplicó hasta 1965, pero el 79% de las exportaciones manufactureras dentro de la ALALC eran realizadas por países como México, Brasil y Argentina, que también eran los más favorecidos por las inversiones extranjeras, mientras que en los menos industrializados predominó un déficit comercial en los intercambios dentro del bloque.
La falta de condiciones políticas y económicas de los Estados Latinoamericanos, las continuas crisis económicas, la dependencia de los países desarrollados, las crisis de la deuda externa, conspiraron para que a finales de los años setenta se pusiera fin al primer sueño consistente de lograr una integración económica al estilo europeo.
La rueda sigue girando
A raíz de las grandes asimetrías que la ALALC no pudo disimular, varios de los países del sector del pacífico se unieron en el llamado Pacto Andino – integrado por Bolivia, Perú, Ecuador, Chile y Colombia - que tenía como objetivo propiciar que sus integrantes llegaran a competir con los de mayor desarrollo relativo dentro de la asociación. Se buscaba lograr mediante la integración subregional una industrialización más equitativa e incluso crear empresas multinacionales.
Otros intentos integracionistas se realizan en 1970 con la firma del Tratado de Managua agrupando a El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua. Su meta era establecer en el plazo de 5 años un mercado común (Mercado Común Centroamericano) para impulsar el crecimiento fabril mediante la sustitución de importaciones, aunque dicho proceso no implicaba la exclusión de capitales foráneos pues la industrialización de los países del área tenía poca importancia.
En mayo de 1968 se forma la Asociación de Libre Comercio del Caribe (ALCC), cuyos miembros eran Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago y 7 territorios bajo régimen autonómico. Su objetivo era expandir y diversificar el intercambio mercantil, estimular el desarrollo equilibrado de los países miembros y dar un trato especial a los de menor desarrollo relativo.
En 1980 se produce la primera ronda de negociaciones de la llamada Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), organismo llamado a sustituir a la ALALC, donde por primera vez se incorpora a Cuba. Este intento se ve desestimulado desde el comienzo por la falta de apoyo de diversos países clave, las tremendas asimetrías económicas entre los participantes que no cuentan con mecanismos de compensación adecuados y el desarrollo de la crisis económica de la década de los 80 que desemboca en el problema de la deuda externa que obliga a ajustes estructurales en las economías de los países latinoamericanos.
Sobre fines de la década, y como consecuencia de la vuelta a la democracia en Brasil y Argentina, se sientan las bases para que surgiera entre estos países – a los que posteriormente se sumaron Paraguay y Uruguay – del Mercado Común del Sur (MERCOSUR - en guaraní se llama Ñemby Ñemunha-). Luego de un notable incremento en los tratados bilaterales entre los países integrantes en el marco de la ALADI -Uruguay tenía firmado con Brasil el Protocolo de Expansión Comercial (PEC) y con Argentina el Convenio Argentino Uruguayo de Cooperación Económica (CAUCE)-, y a favor de una fuerte intención política de integración, se firma el Tratado de Asunción el 26 de marzo de 1991 que puede tomarse como el paso decisivo donde se sentaron las bases para la creación del bloque económico. El MERCOSUR funciona mejor que sus antecesores ya que promueve una simultánea apertura arancelaria y una reducción en las listas de productos exceptuados del intercambio regional sin aranceles, lo que desemboca en un rápido crecimiento del intercambio regional. El incremento de la dinámica de los flujos de capital dentro de la asociación y un marcado crecimiento de la inversión extranjera que apunta a un poderoso mercado de mas de doscientos millones de habitantes y una significativa porción del PIB mundial, han promovido el desarrollo de los sectores automotriz, alimentario, petroquímico y textil fundamentalmente.
El modelo aparentemente exitoso del MERCOSUR atrajo a algunos países que pidieron su integración – Chile, Bolivia, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú – y que la han obtenido generalmente en la condición de Estado Asociado.
Enunciado del Tratado de Asunción del 26 de marzo de 1991.
La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre países, el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común, la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados partes y la armonización de las legislaciones para lograr el fortalecimiento del proceso de integración.
La crisis económica del principio del siglo XXI, las siempre presentes asimetrías económicas entre los estados miembros, el surgimiento de diversas políticas proteccionistas e inconvenientes prácticos de todo tipo han conspirado para que veinte años después de la conformación oficial del bloque todavía no se hayan alcanzado sus aspiraciones.
¡Suba la apuesta!
¿No bastaba el MERCOSUR, con un adecuado cambio de nombre para hacerlo inclusivo a las demás naciones del continente “no contaminadas” por el gigante del norte, para sumar en el avance de la integración regional?
Pues parece que no. Seguramente los desmedidos personalismos de nuestros beneméritos presidentes necesitaban algo más fastuoso, más altisonante acorde a sus espléndidas y renovadas figuras.
A caballo de una década de condiciones económicas sin antecedentes en los últimos cincuenta años, con un alza mundial sostenida en los precios de referencia de las materias primas, por primera vez los indicadores de la CEPAL muestran que América Latina está bajando los escandalosos índices de pobreza y miseria que nos agobiaban y esto de alguna manera da cierta libertad a los presidentes latinoamericanos para dedicar gran parte de su tiempo en reuniones de carácter social-político. El recelo y la demora de algunos parlamentos de los países integrantes del MERCOSUR en ratificar el ingreso de Venezuela al acuerdo, recelo centrado seguramente en su pintoresco y poco previsible líder Hugo Chávez, la megalomanía de alguno de los líderes mas destacados de América del Sur, acunaron la llamada Comunidad de Naciones Suramericanas, que vino a este mundo de la mano de la “Declaración de Cuzco”, firmada por doce presidentes latinoamericanos el 18 de diciembre de 2004.
Este nuevo engendro se nutrió y alimentó en las Cumbres de Brasilia (2005) y Cochabamba (2006) y tuvo una mutación a su actual nombre de Unidad de Naciones Suramericanas (UNASUR) en la cumbre realizada el 17 de abril de 2007 en la Isla Margarita. Como se puede notar, el mecanismo elegido para dinamizar la integración es la modalidad de Reuniones Cumbre anuales para impedir que el movimiento se detenga y que en la práctica es un continuo ir y venir de presidentes y comitivas a lo largo y ancho de la América del Sur.
El pequeño monstruo, favorecido por estos encuentros veraniegos en distintas capitales y fastuosos lugares turísticos del continente, continuó su marcha triunfal y desemboca en la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) mediante la sesión de la Cumbre de la unidad de América Latina y el Caribe, en Playa del Carmen – México.
Con el objetivo de crear un “espacio regional propio que una a todos los estados”, continuar con las reuniones del Grupo de Río y para hacer frente a la crisis mundial que afecta a los países desarrollados y que amenaza con envolver también a la América Latina, se ratifica este espacio en la I Cumbre de la CELAC, realizada en Caracas – Venezuela. Treinta y tres jefes de Gobierno que representan a 550 millones de habitantes y a un territorio de veinte millones de kilómetros cuadrados firman la declaración. El mundo debería tomar muy en serio este nacimiento….
No te creo nada
El alumbramiento y ratificación de la CELAC parece ser mas de lo mismo. Al menos habrá que esperar un tiempo prudencial y ver cuales son sus resultados contantes y sonantes.
Hay cosas que no están claras.
México forma parte del TLCAN, tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá.
Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana tienen vigente un tratado de libre comercio con los Estados Unidos (DR-CAFTA), y otros tratados con Canadá y México a través del CARICOM.
También Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela tienen su propio bloque, llamado en este caso la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos.
La I Cumbre cerró con altisonantes declaraciones reunidas en un Plan de Acción –bajo los principios de flexibilidad y participación voluntaria- y un documento adicional con los procedimientos del mecanismo.
Se contempla crear “herramientas para la mejora del financiamiento del comercio intrarregional", así como "fortalecer capacidades internas, con políticas de mantenimiento de sólidas políticas fiscales y monetarias".
Los líderes se comprometieron a "fortalecer los mecanismos financieros regionales y subregionales y a reconocer los avances de los sistemas binacionales y regionales de compensación de pagos, créditos y financiamiento transitorio".
Otro objetivo es disminuir la "brecha de infraestructura" que caracteriza a la región, así como aumentar el crecimiento económico, mejorar el desarrollo social y reducir la pobreza.
En la entrelineas de todas estas declaraciones de intención para la posteridad y la foto familiar, hubo tiempo también para que los presidentes de Ecuador – Rafael Correa – y Panamá – Ricardo Martinelli – criticaran a los medios de información denunciando el "abuso descarado del poder informativo para someter a los Gobiernos que no actúan en función de sus intereses". También tomó la palabra el presidente de Bolivia – Evo Morales – para defender y pedir a la comunidad de naciones que lo apoye en su reclamo a Chile por la salida al mar perdida por Bolivia en ocasión de la guerra entre ambos países de finales del siglo XIX. Curiosamente este reclamo público se hace al actual presidente Sebastián Piñera uno de los pocos jefes de estado que no integran la izquierda latinoamericana y nunca se hizo sentir cuando Michelle Bachelet regía los destinos de la nación del pacífico.
José Mujica, el pintoresco y mediático presidente del Uruguay, se presentó en la Cumbre ataviado con una chaqueta del ejército venezolano. Seguramente esta estrategia persigue la intención de acaparar cámaras y generar comentarios sobre Uruguay por parte de la prensa internacional que, en acontecimientos tan numerosos y con tanta resonancia, suele ignorar la participación del pequeño país. Deslumbrado por la masiva concurrencia de jefes de estado, ataviado con la campera verde del ejército venezolano, impulsado por el carácter histórico del momento, el anciano conductor de los orientales calificó el nacimiento de la Comunidad como un paso para la “segunda independencia” de América durante su discurso en la inauguración del novel organismo. Seguramente no observó que la propia historia le estaba haciendo señas y se carcajeaba desde siglas como ALALC, PACTO ANDINO, ALCC, ALADI, MERCOSUR y UNASUR. En su propio país todavía quedan los ecos de la tremenda competencia por el ingreso de capitales extranjeros entre el Uruguay y la Argentina, que llevó a esta última a denunciar un emprendimiento finlandes para fabricar pulpa de celulosa en el tribunal de la Haya, y mantuvo cortado un puente internacional impidiendo la circulación entre ambos países durante años. No hace muchos meses que su colega, el ex presidente Tabaré Vazquez confesó que temiendo algún “endurecimiento” de la política argentina había recurrido nada menos que a George Bush buscando respaldo, y el propio gobierno que él preside se rasgó las vestiduras cuando el jefe de estado francés, Nicolás Sarkozy, incluyera al Uruguay en una violenta diatriba contra los paraísos fiscales mandatado, según se supo después, por la República Argentina nada menos. Por mas que los ayes y los estridentes gritos de distintos actores del gobierno uruguayo se hicieron oír plañideramente, no hubo ni siquiera una declaración de apoyo de sus colegas del MERCOSUR, y ante el deambular incesante de Mujica por América buscando “un palenque ande ir a rascarse “ solo se oyó a Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México, salir en su defensa.
Con semejante marco regional, esta declaración de Caracas pasa a ser también un doloroso nuevo acto del drama latinoamericano que nos ha enfrentado en guerras fratricidas, generado mezquinos reclamos, empujado hacia la miseria de nuestros pueblos mientras megalómanos ansiosos de poder acuñan sigla tras sigla y entonan discursos altisonantes buscando encandilar a las nuevas generaciones.
Basados en la trágica historia latinoamericana de integración y hasta que no se demuestre lo contrario, esta nueva sigla CELAC se inscribe dentro de la etiqueta “No te creo nada”.
Foto familiar de los jefes de estado de América Latina y el Caribe en la I Cumbre del CELAC |
La pregunta que nos deberíamos hacer es la siguiente: ¿Está destinada la CELAC a ser el único organismo de integración real de las Américas, o simplemente se va a convertir en una hermosa declaración de sueños y quejas, deporte favorito de las clases políticas de Latinoamérica en los últimos doscientos años?
Es muy difícil contestar a esta pregunta cuando estamos a las puertas de un nuevo orden mundial que va a marcar a los seres humanos por lo menos en los próximos doscientos años de la vida del planeta que habitamos. Si observamos los últimos acontecimientos en perspectiva, vemos que la globalización sigue su marcha impertérrita y no es afectada por las numerosas y profundas crisis por las que atraviesa nada menos que lo que estamos acostumbrados a llamar primer mundo o mundo desarrollado.
Algunos estiman que estos largos años de crisis económica afectando a los sectores de mejor nivel de vida del planeta son producto de una manipulación del sistema económico global con la doble finalidad de expoliar a los habitantes del primer mundo de sus ahorros mediante períodos de inflación duraderos, explosión de burbujas hipotecarias – es decir cuando usted invierte su dinero, y aún mas, hipoteca su futuro con préstamos amortizables en veinte o treinta años para comprar una casa y de un día para el otro ese bien inmueble pasa a valer la mitad de lo que pagó por él – y pérdida de ahorros en caóticas corridas bursátiles que desquician al individuo común que apuesta su futuro económico en los diversos instrumentos financieros disponibles. El segundo objetivo que perseguirían los siniestros operadores en la sombra sería generar las condiciones mentales adecuadas para el desembarco de las primeras reglas explícitas de dominación mundial. Los golpeados habitantes del primer mundo, después de tantos años de escasez, desempleo e incertidumbre económica, recibirían de buen grado un “salvador” que mediante pocas pero estratégicas reglas restaurará el orden a cambio de entregar a manos de organismos internacionales parte de las libertades individuales y de los estados soberanos. Esta estrategia de dominación no es nueva para la humanidad que ya la ha sufrido muchas veces a lo largo de la historia. La novedad es que por primera vez se utilizaría a escala planetaria y habría que ver hasta donde podría llegar apalancada en el hecho de que por primera vez el nuevo modelo será único para todo el planeta, sin competencias, algo que nunca se dio en la historia. En anteriores ocasiones, a la larga, el desgaste provocado por la confrontación con otros bloques y aún la comparación con los niveles de vida de los otros bastaron para minar los sistemas, como por ejemplo en el modelo implantado en la fallecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas del siglo pasado.
La historia vuelve a repetirse
La integración americana es un viejo sueño que se remonta a los pensadores ilustrados del siglo XVIII. Tuvo su primera expresión en el pensamiento de los próceres de la independencia latinoamericana donde resaltan nombres como Bolívar y Martí. En la entonces Banda Oriental destacan también las ideas integradoras y federales de José Gervasio Artigas, prócer del Uruguay, cuya ideario federal y vocación latinoamericanista es todavía válida en nuestros días.
Sin embargo los primeros intentos reales de dicha integración surgen recién en el siglo XX, a partir de la segunda guerra mundial, y debido a dos causas principales: la polarización de las naciones en dos bandos que comienzan un largo conflicto por la supremacía, la llamada guerra fría, que duró casi cuarenta años y ocupó la casi totalidad de la segunda mitad del siglo arrastrando a todos los moradores del planeta; y la toma de conciencia de las naciones latinoamericanas de la necesidad de neutralizar de algún modo la todopoderosa influencia del gobierno de los Estados Unidos que consideraba a esta región del mundo como su “patio trasero” donde podía imponerse a sangre y fuego según le dictaban sus necesidades del momento.
Unámonos primero en pos de nuestros anhelos económicos, en pos del mercado común y después podremos ir superando las barreras aduaneras, y algún día las barreras artificiales habrán desaparecido. Que en un futuro no muy lejano nuestros pueblos puedan abrazarse en una América Latina unida y fuerte. Ello será un gran paso de avance hacia la unión política futura, como fue el sueño de nuestros antepasados.
Fidel Castro en Montevideo en 1959
Uno de los factores aglutinantes de los esfuerzos de la integración económica se creó en México en 1951 en el marco de la recientemente creada Organización de las Naciones Unidas (ONU), que favoreció la creación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), organismo que se convirtió no sólo en el principal centro generador de teorías sobre el desarrollo de la región, sino además en plataforma para la implementación de políticas económicas encaminadas al mismo fin. La CEPAL tuvo mayoritariamente un papel de racionalización que ayudó a una integración económica de las naciones, y acompañó el tránsito desde el viejo modelo de sustitución de importaciones hacia un modelo mas liberal –llamado neoliberal por algunos- donde se pudiera acelerar los procesos de intercambio económicos y maximizar el crecimiento de la región.
ALALC
En febrero de 1960, surge la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) que inicialmente agrupó a Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
El planteo para su creación fue la eliminación del bilateralismo mercantil, dando marco a una integración de muchos con muchos, eliminando aranceles y otras restricciones aduaneras mediante la elaboraron de dos listas de productos, una común y otra nacional. La común tendría carácter definitivo y en la nacional cualquier país podía pedir la revocación de las concesiones hechas a los demás integrantes del bloque.
Las numerosas cláusulas de escape previstas para los productos agrícolas y la no inclusión de nuevos productos a las listas de aranceles comunes, favorecieron a los integrantes más industrializados y poderosos. Las cifras indican que el comercio interzonal se duplicó hasta 1965, pero el 79% de las exportaciones manufactureras dentro de la ALALC eran realizadas por países como México, Brasil y Argentina, que también eran los más favorecidos por las inversiones extranjeras, mientras que en los menos industrializados predominó un déficit comercial en los intercambios dentro del bloque.
La falta de condiciones políticas y económicas de los Estados Latinoamericanos, las continuas crisis económicas, la dependencia de los países desarrollados, las crisis de la deuda externa, conspiraron para que a finales de los años setenta se pusiera fin al primer sueño consistente de lograr una integración económica al estilo europeo.
La rueda sigue girando
A raíz de las grandes asimetrías que la ALALC no pudo disimular, varios de los países del sector del pacífico se unieron en el llamado Pacto Andino – integrado por Bolivia, Perú, Ecuador, Chile y Colombia - que tenía como objetivo propiciar que sus integrantes llegaran a competir con los de mayor desarrollo relativo dentro de la asociación. Se buscaba lograr mediante la integración subregional una industrialización más equitativa e incluso crear empresas multinacionales.
Otros intentos integracionistas se realizan en 1970 con la firma del Tratado de Managua agrupando a El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua. Su meta era establecer en el plazo de 5 años un mercado común (Mercado Común Centroamericano) para impulsar el crecimiento fabril mediante la sustitución de importaciones, aunque dicho proceso no implicaba la exclusión de capitales foráneos pues la industrialización de los países del área tenía poca importancia.
En mayo de 1968 se forma la Asociación de Libre Comercio del Caribe (ALCC), cuyos miembros eran Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago y 7 territorios bajo régimen autonómico. Su objetivo era expandir y diversificar el intercambio mercantil, estimular el desarrollo equilibrado de los países miembros y dar un trato especial a los de menor desarrollo relativo.
En 1980 se produce la primera ronda de negociaciones de la llamada Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), organismo llamado a sustituir a la ALALC, donde por primera vez se incorpora a Cuba. Este intento se ve desestimulado desde el comienzo por la falta de apoyo de diversos países clave, las tremendas asimetrías económicas entre los participantes que no cuentan con mecanismos de compensación adecuados y el desarrollo de la crisis económica de la década de los 80 que desemboca en el problema de la deuda externa que obliga a ajustes estructurales en las economías de los países latinoamericanos.
Sobre fines de la década, y como consecuencia de la vuelta a la democracia en Brasil y Argentina, se sientan las bases para que surgiera entre estos países – a los que posteriormente se sumaron Paraguay y Uruguay – del Mercado Común del Sur (MERCOSUR - en guaraní se llama Ñemby Ñemunha-). Luego de un notable incremento en los tratados bilaterales entre los países integrantes en el marco de la ALADI -Uruguay tenía firmado con Brasil el Protocolo de Expansión Comercial (PEC) y con Argentina el Convenio Argentino Uruguayo de Cooperación Económica (CAUCE)-, y a favor de una fuerte intención política de integración, se firma el Tratado de Asunción el 26 de marzo de 1991 que puede tomarse como el paso decisivo donde se sentaron las bases para la creación del bloque económico. El MERCOSUR funciona mejor que sus antecesores ya que promueve una simultánea apertura arancelaria y una reducción en las listas de productos exceptuados del intercambio regional sin aranceles, lo que desemboca en un rápido crecimiento del intercambio regional. El incremento de la dinámica de los flujos de capital dentro de la asociación y un marcado crecimiento de la inversión extranjera que apunta a un poderoso mercado de mas de doscientos millones de habitantes y una significativa porción del PIB mundial, han promovido el desarrollo de los sectores automotriz, alimentario, petroquímico y textil fundamentalmente.
El modelo aparentemente exitoso del MERCOSUR atrajo a algunos países que pidieron su integración – Chile, Bolivia, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú – y que la han obtenido generalmente en la condición de Estado Asociado.
Enunciado del Tratado de Asunción del 26 de marzo de 1991.
La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre países, el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común, la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados partes y la armonización de las legislaciones para lograr el fortalecimiento del proceso de integración.
La crisis económica del principio del siglo XXI, las siempre presentes asimetrías económicas entre los estados miembros, el surgimiento de diversas políticas proteccionistas e inconvenientes prácticos de todo tipo han conspirado para que veinte años después de la conformación oficial del bloque todavía no se hayan alcanzado sus aspiraciones.
¡Suba la apuesta!
¿No bastaba el MERCOSUR, con un adecuado cambio de nombre para hacerlo inclusivo a las demás naciones del continente “no contaminadas” por el gigante del norte, para sumar en el avance de la integración regional?
Pues parece que no. Seguramente los desmedidos personalismos de nuestros beneméritos presidentes necesitaban algo más fastuoso, más altisonante acorde a sus espléndidas y renovadas figuras.
A caballo de una década de condiciones económicas sin antecedentes en los últimos cincuenta años, con un alza mundial sostenida en los precios de referencia de las materias primas, por primera vez los indicadores de la CEPAL muestran que América Latina está bajando los escandalosos índices de pobreza y miseria que nos agobiaban y esto de alguna manera da cierta libertad a los presidentes latinoamericanos para dedicar gran parte de su tiempo en reuniones de carácter social-político. El recelo y la demora de algunos parlamentos de los países integrantes del MERCOSUR en ratificar el ingreso de Venezuela al acuerdo, recelo centrado seguramente en su pintoresco y poco previsible líder Hugo Chávez, la megalomanía de alguno de los líderes mas destacados de América del Sur, acunaron la llamada Comunidad de Naciones Suramericanas, que vino a este mundo de la mano de la “Declaración de Cuzco”, firmada por doce presidentes latinoamericanos el 18 de diciembre de 2004.
Este nuevo engendro se nutrió y alimentó en las Cumbres de Brasilia (2005) y Cochabamba (2006) y tuvo una mutación a su actual nombre de Unidad de Naciones Suramericanas (UNASUR) en la cumbre realizada el 17 de abril de 2007 en la Isla Margarita. Como se puede notar, el mecanismo elegido para dinamizar la integración es la modalidad de Reuniones Cumbre anuales para impedir que el movimiento se detenga y que en la práctica es un continuo ir y venir de presidentes y comitivas a lo largo y ancho de la América del Sur.
El pequeño monstruo, favorecido por estos encuentros veraniegos en distintas capitales y fastuosos lugares turísticos del continente, continuó su marcha triunfal y desemboca en la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) mediante la sesión de la Cumbre de la unidad de América Latina y el Caribe, en Playa del Carmen – México.
Con el objetivo de crear un “espacio regional propio que una a todos los estados”, continuar con las reuniones del Grupo de Río y para hacer frente a la crisis mundial que afecta a los países desarrollados y que amenaza con envolver también a la América Latina, se ratifica este espacio en la I Cumbre de la CELAC, realizada en Caracas – Venezuela. Treinta y tres jefes de Gobierno que representan a 550 millones de habitantes y a un territorio de veinte millones de kilómetros cuadrados firman la declaración. El mundo debería tomar muy en serio este nacimiento….
No te creo nada
El alumbramiento y ratificación de la CELAC parece ser mas de lo mismo. Al menos habrá que esperar un tiempo prudencial y ver cuales son sus resultados contantes y sonantes.
Hay cosas que no están claras.
México forma parte del TLCAN, tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá.
Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana tienen vigente un tratado de libre comercio con los Estados Unidos (DR-CAFTA), y otros tratados con Canadá y México a través del CARICOM.
También Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela tienen su propio bloque, llamado en este caso la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos.
La I Cumbre cerró con altisonantes declaraciones reunidas en un Plan de Acción –bajo los principios de flexibilidad y participación voluntaria- y un documento adicional con los procedimientos del mecanismo.
Se contempla crear “herramientas para la mejora del financiamiento del comercio intrarregional", así como "fortalecer capacidades internas, con políticas de mantenimiento de sólidas políticas fiscales y monetarias".
Los líderes se comprometieron a "fortalecer los mecanismos financieros regionales y subregionales y a reconocer los avances de los sistemas binacionales y regionales de compensación de pagos, créditos y financiamiento transitorio".
Otro objetivo es disminuir la "brecha de infraestructura" que caracteriza a la región, así como aumentar el crecimiento económico, mejorar el desarrollo social y reducir la pobreza.
En la entrelineas de todas estas declaraciones de intención para la posteridad y la foto familiar, hubo tiempo también para que los presidentes de Ecuador – Rafael Correa – y Panamá – Ricardo Martinelli – criticaran a los medios de información denunciando el "abuso descarado del poder informativo para someter a los Gobiernos que no actúan en función de sus intereses". También tomó la palabra el presidente de Bolivia – Evo Morales – para defender y pedir a la comunidad de naciones que lo apoye en su reclamo a Chile por la salida al mar perdida por Bolivia en ocasión de la guerra entre ambos países de finales del siglo XIX. Curiosamente este reclamo público se hace al actual presidente Sebastián Piñera uno de los pocos jefes de estado que no integran la izquierda latinoamericana y nunca se hizo sentir cuando Michelle Bachelet regía los destinos de la nación del pacífico.
José Mujica, el pintoresco y mediático presidente del Uruguay, se presentó en la Cumbre ataviado con una chaqueta del ejército venezolano. Seguramente esta estrategia persigue la intención de acaparar cámaras y generar comentarios sobre Uruguay por parte de la prensa internacional que, en acontecimientos tan numerosos y con tanta resonancia, suele ignorar la participación del pequeño país. Deslumbrado por la masiva concurrencia de jefes de estado, ataviado con la campera verde del ejército venezolano, impulsado por el carácter histórico del momento, el anciano conductor de los orientales calificó el nacimiento de la Comunidad como un paso para la “segunda independencia” de América durante su discurso en la inauguración del novel organismo. Seguramente no observó que la propia historia le estaba haciendo señas y se carcajeaba desde siglas como ALALC, PACTO ANDINO, ALCC, ALADI, MERCOSUR y UNASUR. En su propio país todavía quedan los ecos de la tremenda competencia por el ingreso de capitales extranjeros entre el Uruguay y la Argentina, que llevó a esta última a denunciar un emprendimiento finlandes para fabricar pulpa de celulosa en el tribunal de la Haya, y mantuvo cortado un puente internacional impidiendo la circulación entre ambos países durante años. No hace muchos meses que su colega, el ex presidente Tabaré Vazquez confesó que temiendo algún “endurecimiento” de la política argentina había recurrido nada menos que a George Bush buscando respaldo, y el propio gobierno que él preside se rasgó las vestiduras cuando el jefe de estado francés, Nicolás Sarkozy, incluyera al Uruguay en una violenta diatriba contra los paraísos fiscales mandatado, según se supo después, por la República Argentina nada menos. Por mas que los ayes y los estridentes gritos de distintos actores del gobierno uruguayo se hicieron oír plañideramente, no hubo ni siquiera una declaración de apoyo de sus colegas del MERCOSUR, y ante el deambular incesante de Mujica por América buscando “un palenque ande ir a rascarse “ solo se oyó a Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México, salir en su defensa.
Con semejante marco regional, esta declaración de Caracas pasa a ser también un doloroso nuevo acto del drama latinoamericano que nos ha enfrentado en guerras fratricidas, generado mezquinos reclamos, empujado hacia la miseria de nuestros pueblos mientras megalómanos ansiosos de poder acuñan sigla tras sigla y entonan discursos altisonantes buscando encandilar a las nuevas generaciones.
Basados en la trágica historia latinoamericana de integración y hasta que no se demuestre lo contrario, esta nueva sigla CELAC se inscribe dentro de la etiqueta “No te creo nada”.
Etiquetas:
Globalización,
no te creo nada,
Patria Grande
Suscribirse a:
Entradas (Atom)