¿Qué tiene el destino que vuelca, cada tantos años, su cuerno de la abundancia hacia este pequeño país del cono sur de América?
¿Existen razones históricas, psicológicas o espirituales que permiten que Uruguay vuelva una y otra vez a asombrar al concierto de naciones futboleras?
¿Por qué en un país de tan solo 3 millones y medio de habitantes, con una sola ciudad principal, cuyos habitantes tienden a ser de hábitos moderados y donde se enaltece la humildad como si fuera el mas preciado de los valores del ser humano, se entrevera con los grandes, con los poderosos y flamea su bandera en un podio donde nadie lo esperaba?
Reconocemos que este análisis se hace a porteriori, con el diario del lunes, porque a nadie en su sano juicio se le ocurre pensar que este país, a quien el destino le deparó un contorno geográfico semejante a un corazón, pudiera haber llegado nunca a obtener los triunfos que ha obtenido.
Intentemos abrir un camino que nos de claridad, para ello vamos a hacer un inventario de los hechos mas salientes del deporte en nuestro país. La Asociación Uruguaya de Fútbol nació el 30 de marzo de 1900 producto del impulso de innumerables clubes en donde los orientales, sin distinción de clases sociales, palpitan ya la intensa emoción de correr tras de una pelota. Ya en 1891 se habían fundado los clubes Albion y CURCC, localizado en el pueblo Peñarol y donde sus jugadores surgen mayoritariamente de entre los obreros del ferrocarril, por esa época dirigido por los ingleses. El 14 de mayo de 1899 surge el Club Nacional de Football, con su núcleo fundacional perteneciente a la Universidad de la República. Observen ustedes esa amalgama social que apoya nuestra afirmación de que el fútbol, desde su primer momento, arraigó en todas las clases sociales despertando la pasión incontenible.
Avanza el siglo XX y en todos los campitos de todos los barrios hay una pelota corriendo. En todas las calles, contra las paredes y en los cordones, hay una pelota picando. Por esa época comienzan los duelos rioplatenses donde el honor de cada partido se confunde con el honor de la Patria, donde vestir los colores de la camiseta nacional se convierte en un privilegio anhelado por muchos. Ahí es donde comienza a forjarse la mística nacional. El Uruguay, pequeño país de compromiso impulsado por la diplomacia inglesa y avalado por la acuciante necesidad de finalizar las interminables guerras entre las Provincias Unidas y el imperio Brasileño, que no tuvo siquiera delegados propios en las reuniones de la Convención Preliminar de Paz en donde se selló su independencia, tuvo que aprender a sobrevivir entre dos gigantes que amenazaban asfixiarlo. Así las desiguales batallas en las que los orientales con gran osadía y valor indomable hacían temblar al poderío centralista de Buenos Aires o al todopoderoso Imperio del Brasil de principios del siglo XIX se convirtieron en los albores del siglo XX en partidos de fútbol que rememoraban los épicos enfrentamientos de cien años atrás. Así en 1903 Nacional, que había salido bicampeón del torneo local, enfrentó y ganó en Buenos Aires al combinado argentino, obteniendo el primer triunfo internacional del fútbol uruguayo.
Los triunfos continuaron. El continente entero enmudecería cuando Uruguay gana la primera edición de la Copa América en 1916 derrotando en la final a la selección Argentina. Ya el continente quedaba chico para la decisión y calidad técnica de los celestes, y Europa quedó deslumbrada aplaudiendo de pié las memorables conquistas olímpicas de 1924 y 1928. Hasta ese momento el resto del mundo del fútbol desconocía e ignoraba al continente americano, fue tal el deslumbramiento por la calidad demostrada por Uruguay que fue elegida como sede para el primer mundial de fútbol que se disputó en el año 1930. Conocida es la historia en que Uruguay gana este primer torneo mundial en una memorable final en la que vence a la Argentina por 4 a 2 y se convierte en la primera potencia a nivel mundial del fútbol.
Llega 1950 y el estadio de Maracaná y todo el pueblo brasileño enmudece y es testigo de una hazaña que vuelve a la celeste a los primeros sitiales del fútbol mundial. Uruguay gana la final del campeonato al dueño de casa que confiado en la calidad de sus jugadores ya había festejado de antemano. El Maracanazo, como se conoce la dramática victoria conseguida en base a una gallardía y un coraje que excede lo imaginable, se convierte en un de los momentos más dramáticos de la historia del fútbol mundial. Los uruguayos son la viva expresión de la frase que mucho tiempo después aparecerá en los países que nunca consiguieron un logro a nivel deportivo e intentan impulsar a sus jugadores: SI SE PUEDE. Tal es el convencimiento que los escasos habitantes del pequeño país sudamericano se transforman traicionando su natural modestia y humildad al no festejar segundos puestos. El peso de la historia se hace insoportable, cada jugador que viste la camiseta celeste se siente impulsado a los más altos logros, nadie parece estar dispuesto a disculpar malas performances ni festejar segundos puestos.
A nivel de clubes la gloria del país se extiende a lo ancho del mundo. Se ganan Copas Libertadores, Copas Intercontinentales e importantes torneos internacionales donde los exitosos clubes uruguayos son llamados para jerarquizarlos.
En total el seleccionado uruguayo ganó dos torneos olímpicos que adquieren jerarquía de mundiales ya que estos todavía no se disputaban, dos Copas del Mundo, catorce Copas Américas (convirtiéndose en el país americano que más ha ganado). El último triunfo importante a nivel mundial se logra conquistando el cuarto puesto en el Mundial de México de 1970. A partir de ahí comienza a gestarse el fútbol empresa y este gran cambio desacomoda las estructuras del deporte uruguayo que sin dudas comienza a sentir la desventaja de no tener grandes recursos. Comienza la emigración de jugadores y salvo el pequeño chispazo que constituyó la Copa de Oro de 1980 que Uruguay organizó y ganó, invitando a todos las selecciones que integraban el selecto grupo de países campeones, el fútbol uruguayo no encuentra la manera de recomponer filas. Después de la decepcionante actuación en el mundial de Alemania 1974 pasan dos citas mundialistas en las que Uruguay no clasifica. Si bien la década del ’80 fue auspiciosa para los clubes y se consiguen importantes distinciones a nivel mundial, la selección sigue enfrentada a problemas insolubles que terminan minando la moral del otrora indomable pueblo oriental. Las nuevas generaciones están cansadas de las derrotas, escuchan hablar a sus mayores de glorias que ellos desconocen cuando en los últimos veinte años el seleccionado a pesar de todos los esfuerzos se estaciona en un quinto puesto a nivel americano, disputando casi siempre un repechaje ya sea con Australia o Costa Rica, usufructuando ese medio lugar con que la FIFA ofende al multilaureado fútbol sudamericano.
¿Puede el globalizado mundo moderno apagar la llama del fútbol uruguayo? Los que no conocen el temperamento de los pocos y callados habitantes de esta región del mundo podrían suponerlo. Pero los que toman el pulso diariamente a los uruguayos saben que cada niño que nace trae puesta la camiseta de Nacional o Peñarol, que cada padre sueña con salvar su situación económica con los goles que convertirá dentro de unos años su aún pequeño bebe de brazos que terminará seguramente jugando en las grandes mecas donde los poderosos amasan fortunas incalculables en los estadios de fútbol. El fútbol se respira a cada paso, en cada rincón del Uruguay y lo que es más importante está vinculado indisolublemente con la gloria. Así como no se puede tapar el sol con un dedo, como la vida invencible se abre paso en esa brizna de hierba que nace entre las piedras en un ambiente desértico donde no están dadas las condiciones para que sobreviva, así el fútbol uruguayo reaparece después de tantos años en el Mundial de Sudáfrica 2010 asombrando al mundo y despertando sentimientos encontrados en la mayoría de las naciones donde una desconcertante pregunta queda en los labios de la gente sin que se atrevan a verbalizarla…¿Por qué ellos pueden??
Uruguay está entre los cuatro primeros del concierto mundial y no sabemos a lo que puede llegar. Afuera están Argentina, Brasil e Italia. Contra los planes de todo el mundo, contra las apuestas del más entusiasta seguidor del deporte del balón pié, el pequeño gigante sudamericano se cuela y se convierte en el convidado de piedra que se adueña de la fiesta… parece seguir el mandato de la historia que inmortalizara el Poeta de la Patria en sus inspirados versos: Levántate valiente, levántate a reinar que de rey tienes, el corazón y la guerrera frente!!!
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