domingo, 25 de julio de 2010

José Gervasio Artigas

Semblanza del Protector de los Pueblos Libres

En su niñez y primera juventud Artigas tomó contacto y vivió muy de cerca la realidad y los trabajos del hombre de campo de la Banda Oriental. Mas tarde pasó algunos años dedicado a la compra y matanza de haciendas para comerciar con cueros, astas y la crin, muy buscadas por los acaparadores europeos debido a sus bajos precios. Innumerables veces recorría la campaña llegando incluso hasta las Misiones para conseguir la hacienda para su comercio. Esto le permitió conocer como pocos los secretos de su tierra demostrando un coraje y una inteligencia que fueron creando su ascendiente sobre los peones, gauchos y la indiada charrúa que habitaba esos desolados parajes.
Los dueños de estancias de la Banda Oriental estaban muy alterados por la violencia e impunidad con que las distintas bandas de contrabandistas portugueses, indios charrúas o minuanes y gauchos alzados asolaban las haciendas, poniendo en peligro la propiedad e incluso la vida de los insipientes ganaderos. Era muy común que, previa venia de los Gobernadores, salieran partidas reclutadas por los hacendados con sus hijos, vecinos, peones y esclavos a dar batidas para terminar con el vandalaje. El joven José Gervasio destacó por su bravura y habilidad con el caballo, el lazo y las boleadoras y esto llegó a oídos de las autoridades de Montevideo que lo animaron a seguir una carrera militar, a lo que finalmente accedió antes de que finalizara el siglo XVIII. Es así que convertido en oficial de milicias, consagra su vida y esfuerzos a la protección de la campaña Oriental.

Félix de Azara era un militar, ingeniero y naturalista español. En 1777 España y Portugal firman el tratado de San Ildefonso que fijaba las fronteras de sus posesiones de América del Sur. La corona española, preocupada por los avances portugueses en la zona, elige a Azara para formar parte de los comisarios encargados de delimitar con precisión las fronteras del nuevo mundo y parte para Sudamérica con esta misión que le demandaría cuatro lustros de su vida.
Sus primeros años en el nuevo continente lo pasa en Paraguay esperando por las autoridades lusitanas que no tenían ningún apuro por fijar los límites acordados. Es allí donde comienza sus investigaciones de la fauna y flora paraguayas y toma invaluables notas para los que serían mas tarde sus libros de observaciones científicas donde describe mas de cuatrocientas especies animales, de las cuales la mitad eran desconocidas hasta la fecha.
Mas tarde, sobre fines de siglo, marcha hacia la Banda Oriental para fundar poblaciones en la frontera con el territorio portugués. A este fin se le nombra Comandante General de la Campaña y se le adjunta al oficial de blandengues José Gervasio Artigas como su ayudante para darle el apoyo requerido por las circunstancias.
Ambos hombres profundizan y afianzan una relación de mutua confianza y admiración en esos años y Artigas nutre su pensamiento con las nobles ideas del naturalista que lo acerca a las nuevas ideas humanistas que germinan en Europa. Esta es la clave para entender el origen del ideario de Artigas y su profunda vocación por la independencia y el humanismo.

Años después la carrera del caudillo continúa en ascenso. Combate al invasor inglés en los primeros años del mil ochocientos con sin igual destreza sacando a relucir valiosos dotes militares. En esta gesta, entre otros, conoce y traba amistad con Fulgencio Yegros quien luego sería héroe de la independencia del Paraguay.

El año de 1811 fue el mas importante en la vida del caudillo y de toda la América del Sur ya que los acontecimientos se precipitaban uno tras otro con vértigo: los ejércitos de Napoleón ocupaban toda Europa, tanto en España como en América el pueblo se reunía en Juntas de Gobierno que se decían fieles a Fernando VII, por mas que muchos ya manifestaban su voluntad de emanciparse de la corona.

Artigas renunció al Cuerpo de Blandengues de Montevideo y fue a ofrecer sus servicios a los mandamases de la Junta de Buenos Aires.

A partir de ahí la revolución encendió las praderas orientales. Artigas tomó el mando de los patriotas y venció a los españoles en la batalla de Las Piedras. Esta victoria sobre los realistas fue el primer revés importante de España en las colonias. A la batalla le siguió un sitio a Montevideo por las fuerzas de Artigas y Rondeau, enviado por Buenos Aires para colaborar con el jefe oriental.

En los años siguientes intervienen los portugueses. La Junta Grande llega a un acuerdo con ellos y Artigas, disgustado con los porteños por el acuerdo, reúne sus tropas y se retira al norte del Uruguay. Enarbola la bandera del federalismo y es aclamado y seguido como Jefe por las Provincias Unidas. Después vendrán años duros, de combates desiguales contra los brasileros, contra los porteños. El caudillo hace un desesperado intento por revertir la situación pero es traicionado inclusive por uno de sus lugartenientes, Francisco Ramírez, caudillo entrerriano que pacta con los unitarios bonaerenses. Artigas no puede perdonar esta traición y reacciona atacando a su antiguo oficial con el que mantuvo una serie de batallas hasta que al final, diezmado su ejército y su flota, se retira al Paso del Boquerón en el Paraná.

Solo lo siguen sus fieles, restos de su imponente ejército de otros tiempos. La heterogénea tropa está compuesta por poquísimos oficiales, muchos negros entre los que destaca su fiel Ancina, muchos indios que reconocían en el General al líder que necesitaban para sacudirse el yugo que los tenía sojuzgados. Los últimos días pasados en el campamento de Las Tunas de la Candelaria, cerca de Boquerón, son de una actividad inusitada. La aureola que acompaña al gran hombre trasciende las fronteras y al corazón mismo de la selva misionera le llegan varias propuestas a las que Artigas no da oportunidad. Sus fieles amigos le proponen seguir la guerra aceptando el ofrecimiento de los caciques chaqueños que ponen a su disposición sus guerreros y sus escasos recursos y el General se niega a ofrendar la vida de tan nobles aliados en una lucha tan desigual. Los Estados Unidos de América le proponen un retiro seguro y confortable y aún los brasileros le ofrecen asilo en Río de Janeiro. A todo esto el caudillo oriental dirá que no.

Artigas se desprende de sus últimos dineros que envío a sus oficiales presos en la cárcel lusitana de la Isla das Cobras y se dirige hacia la Picada Brava para cruzar el Paraná por el Paso del Boquerón el 5 de septiembre de 1820. El indomable General Oriental juega su última carta en pro de sus ideas federalistas. Tenía que interesar a Gaspar de Francia, dictador perpetuo del Paraguay, en la guerra que había entablado contra el centralismo porteño y el imperialismo brasilero. No desconocía la hostilidad del doctor Francia para con su persona y su causa. Confiaba en que su entrañable amigo Fulgencio Yegros intercedería en su favor. No sabía que Yegros estaba prisionero en las mazmorras del dictador después de un intento de derrocarlo el viernes santo del mismo año. Artigas fue hecho prisionero por Francia al llegar a territorio paraguayo y fue enviado con fuertes medidas de seguridad a Asunción donde fue recluido e incomunicado en el Convento de la Merced.

Gaspar de Francia nunca respondió a sus pedidos de audiencia. A los pocos meses lo envió a un lejano pueblo en la frontera con el Brasil: San Isidro Labrador de Curuguaty.
En este rincón alejado se le dio un rancho donde vivir y unas tierras para trabajar lo cual hizo con empeño. Llevó durante años una vida sencilla ayudando y socorriendo con lo producido por la tierra a cuantos solicitaron su auxilio. Se convirtió en un padre de los pobres. Así como antes los gauchos lo rodeaban y lo seguían a las batallas, la gente sencilla del pueblo lo buscaba para pedirle consejo y amparo. El se mostró solícito con todos, ayudaba a todo aquel que se lo pidiera sin hacer distinciones. El destino decidió que al hombre grande de grandes ideales se le fueran cerrando las porteras una tras otra, pero tal vez, en esa patria chica a la que fue confinado y donde abdicó de su lanza y envainó para siempre el sable de su independencia, encontró la verdadera razón de su existencia. Cansado de batallar contra la injusticia y la opresión de su pueblo puso en práctica su ideal ayudando a la gente sencilla y encontró la paz anhelada. Prueba de ello es que el gobierno del Uruguay mandó en varias ocasiones mensajeros para pedirle que volviera, incluido su hijo, a lo cual el caudillo contestó siempre que no.....

No hay comentarios:

Publicar un comentario