domingo, 31 de julio de 2011

Conciencia, causalidad y física cuántica - David Pratt

Resumen

La teoría Cuántica está abierta a diferentes interpretaciones, y este artículo hace una revisión de los distintos puntos de vista que se están manejando actualmente.

La interpretación estándar de la física cuántica asume que el mundo cuántico está caracterizado por un absoluto indeterminismo y que los sistemas cuánticos existen objetivamente solo cuando están siendo medidos y observados.

La interpretación ontológica de David Bohm de la teoría cuántica rechaza ambos supuestos. La teoría de Bohm postula que los eventos cuánticos son parcialmente determinados por fuerzas sutiles operando en un nivel mas profundo de la realidad y se vincula con la teoría de John Eccles de que nuestras mentes existen fuera del mundo material e interactúan con nuestros cerebros en el nivel cuántico.

Los fenómenos paranormales indican que nuestras mentes pueden comunicarse con otras mentes y afectar sistemas físicos a la distancia mediante medios no ordinarios.

Si tales fenómenos pueden ser explicados adecuadamente en términos de no-localidad y de vacío cuántico o si involucran fuerzas suprafísicas y estados de la materia aún desconocidos para la ciencia, está todavía abierto a la investigación, y amerita estudios experimentales futuros.

Introducción

La teoría Cuántica es generalmente vista como uno de las más exitosas teorías científicas formuladas. Pero mientras la descripción matemática del mundo cuántico permite la posibilidad de que los resultados experimentales sean calculados con un alto grado de exactitud, no hay consenso sobre que significa en términos conceptuales.

Muchos de estos hechos involucrados son explorados debajo.

Incertidumbre Cuántica

De acuerdo con el principio de incertidumbre, la posición y el momento de una partícula subatómica no pueden ser medidos simultáneamente con una precisión mayor que la establecida por la constante de Planck. Esto es así porque para cualquier medida la partícula debe interactuar con al menos un fotón o un cuanto de energía, que actúa al mismo tiempo como partícula y como onda, y la afecta de una manera impredecible e incontrolable.

De acuerdo con la interpretación convencional de la física cuántica, sin embargo, no sólo es imposible para nosotros medir la posición y el momento de una partícula simultáneamente con igual precisión, una partícula no posee propiedades bien definidas mientras no interactua con un instrumento de medición.

Aún mas allá, el principio de incertidumbre implica que una partícula nunca puede estar en descanso, porque está sujeta a continuas fluctuaciones aún cuando no se está haciendo ninguna medida, y se asume que esas fluctuaciones no tienen causa alguna. En otras palabras, se cree que el mundo cuántico está caracterizado por un indeterminismo absoluto, ambigüedad intrínseca, y una transgresión absoluta de las leyes comúnmente aceptadas.

Colapsando la función de onda

Un sistema cuántico está representado matemáticamente por una función de onda, la cual es derivada de la Ecuación de Schrodinger.

La función de onda puede ser usada para calcular la probabilidad de encontrar una partícula en un punto determinado del espacio. Cuando se hace una medida, la partícula es encontrada en alguna parte, pero si se asume que la función de onda provee una completa y literal descripción del estado de un sistema cuántico – de acuerdo a la interpretación convencional de la teoría – podría significar que entre las diferentes medidas la partícula se disuelve en “una superposición de probabilidad de ondas” y está potencialmente presente en diferentes lugares en primera instancia.

Entonces, cuando se realiza la segunda medición, se supone que el paquete de onda “colapsa” instantáneamente de una manera misteriosa y al azar, en una partícula localizable nuevamente. Este “colapso” sorpresivo y discontinuo viola la Ecuación de Schrodinger, y tiene mayores explicaciones en la interpretación convencional.

Como el instrumento de medida que se supone que colapsa la función de onda de la partícula está hecho también de partículas subatómicas, parecería que su propia función de onda tendría que haber colapsado por otro instrumento de medición (que podría ser el ojo y cerebro de un observador humano), que a su vez necesita haber sido colapsado por otro instrumento de medida, y así continuamente en una regresión infinita.

De hecho, la interpretación estándar de la teoría cuántica, implica que todos los objetos macroscópicos que vemos a nuestro alrededor existen en un estado objetivo y no ambiguo solo cuando están siendo medidos por un observador. Schrodinger desarrolló un famoso experimento mental para exponer las absurdas implicaciones de esta interpretación.

Supongamos que un gato es encerrado en una caja conteniendo una botella de gas venenoso, una partícula radiactiva con un 50% de probabilidades de desintegrarse en un tiempo dado y un dispositivo tal que, si la partícula se desintegra, se rompe la botella y el gato muere. Después de una hora se puede suponer que el gato puede estar muerto o vivo hasta que alguien abra la caja e instantáneamente colapse su función de onda en un gato muerto o en un gato vivo.

Se han propuesto varias soluciones al “problema de la medida” asociado al colapso de la función de onda. Algunos físicos sostienen que el macro mundo clásico no sufre de la ambigüedad cuántica porque puede almacenar información y está sujeto a la “flecha del tiempo”, mientras que en el mundo cuántico o microscópico se presume que es imposible almacenar información y el tiempo sería reversible. (Pagels, 1983)

Una aproximación mucho mas extravagante es la hipótesis del multiuniverso o multiverso, que reclama que el universo se divide cada vez que se hace una medida, por lo que todas las posibilidades representadas por la función de onda (por ejemplo gato muerto y gato vivo) existen objetivamente pero en universos diferentes. Nuestra propia conciencia también estaría continuamente dividiéndose en diferentes yo que habitarían esos proliferantes mundos no comunicados entre sí.

Otros teóricos especulan que es la conciencia la que colapsa la función de onda y por lo tanto crea la realidad. Desde esta visión, una partícula subatómica no asume propiedades definitivas cuando interactua con un instrumento de medición, sino solo cuando la observación del instrumento de medida es registrada por la mente de un observador (que por supuesto podría ser mucho después que la medición haya sido tomada).

De acuerdo a la versión mas extrema y antropocéntrica de la teoría, solo los seres conscientes de si mismo como nosotros pueden colapsar la función de onda. Esto significa que todo el universo debe haber existido originalmente en “potencial” en algún reino trascendental de la probabilidad cuántica hasta que seres conscientes de sí mismos evolucionaron y colapsaron ellos y el resto de su rama de realidad en el mundo material, y los objetos se mantienen en un estado de realidad si son observados por humanos (Goswami, 1993).

Otros teóricos, sin embargo, creen que entidades no conscientes de sí mismas, incluidos gatos y posiblemente hasta electrones, pueden ser capaces de colapsar sus propias funciones de onda (Herbert, 1993).

La teoría del colapso de la función de onda (o colapso del vector de estado como es llamado a veces) plantea la cuestión de cómo las “ondas de probabilidad” que se piensa que representan la función de onda pueden colapsar en una partícula si no son mas que construcciones matemáticas teóricas.

Desde que la idea de que los paquetes de ondas extendiéndose y colapsando no esta basada en evidencia experimental contundente sino solo en una particular interpretación de la ecuación de onda, es mejor dar una mirada a una de las principales interpretaciones alternativas, la del famoso físico David Bohm y sus asociados, que provee una explicación inteligible de lo que puede estar pasando en el nivel cuántico.

El orden implícito

La interpretación ontológica que hace Bohm de la física cuántica rechaza la suposición de que la función de onda nos da la descripción más completa posible de la realidad, y por lo tanto evita la necesidad de introducir la mal definida e insatisfactoria noción del colapso de la función de onda (y todas las paradojas que vienen con ella).

En su lugar, asume la existencia real de partículas y campos: las partículas tienen una estructura interior compleja y siempre están acompañadas de un campo de ondas cuánticas; estos actúan no solo ante las fuerzas electromagnéticas clásicas sino ante fuerzas sutiles, el potencial cuántico, determinado por el campo cuántico, que obedece a la ecuación de Schrodinger (Bohm & Hiley, 1993; Bomh & Peat, 1989; Hiley & Peat, 1991)

El potencial cuántico lleva información de todo el ambiente y provee una conexión directa y no-local entre los sistemas cuánticos. Guía las partículas en el mismo sentido que las ondas de radio guían un barco en piloto automático, no por su intensidad pero sí por su forma. Es extremadamente sensitivo y complejo, por lo que las trayectorias de las partículas parecen caóticas.

Corresponde a lo que Bohm llama el “orden implícito” que puede ser pensado como un vasto océano de energía en el cual el mundo físico es sólo una onda.

Bohm señala que la existencia de una fuente de energía de este tipo es reconocida, pero tenida en poca consideración, por la teoría cuántica estándar, que postula un campo cuántico universal – el vacío cuántico o el campo punto cero – subyacente al mundo material.

Existe muy poco conocimiento acerca del vacío cuántico actualmente, pero su densidad de energía se estima que es astronómica 10 ^ 108 J/cm3 (Forward, 1996, pp. 328-37).

En su enfoque de la teoría del campo cuántico, Bohm propone que el campo cuántico (el orden implicado) está sujeto a la influencia formativa y organizadora de un potencial supracuántico, que expresa la actividad de un orden superimplicado. El potencial supracuántico causa que las ondas converjan y diverjan una y otra vez, produciendo un comportamiento del tipo promedio en las partículas.

Las formas aparentemente separadas que vemos alrededor nuestro por lo tanto son solo patrones independientes y relativamente estables, generados y sostenidos por un movimiento subyacente incesante de desenvolvimiento y envolvimiento, con partículas constantemente disolviéndose en el orden implicado y luego recristalizandose. Este proceso se produce incesantemente, y con increíble rapidez, y no depende de que se haga una medida.

En el modelo de Bohm, entonces, el mundo cuántico existe hasta cuando no está siendo observado y medido. El rechaza el punto de vista positivista de que algo que no puede ser medido o conocido precisamente no se pueda decir que existe. En otras palabras, el no confunde epistemología con ontología, el mapa con el territorio.

David Bohm
Para Bohm, las probabilidades calculadas desde la función de onda indican las posibilidades de una partícula de estar en diferentes posiciones de acuerdo a como se hace su medición, mientras en la interpretación convencional se explican las posibilidades de que una partícula exista en diferentes posiciones cuando se hace una medida.

El universo está constantemente definiéndose a través de sus incesantes interacciones – de las cuales la medida es sólo una instancia particular – y por lo tanto dejan de surgir situaciones absurdas como el gato muerto.

De ese modo, aunque Bohm rechace la visión que la conciencia humana hace existir el sistema cuántico, y no cree que nuestras mentes normalmente tengan el efecto significativo del resultado de una medida (excepto en el sentido en que elegimos la configuración experimental), su interpretación abre el camino para unos niveles de realidad mucho más profunda, sutil y del tipo mental. Argumenta que la conciencia esta profundamente arraigada en el orden implicado, y por lo tanto está presente en muchos grados en todas las formas materiales.

También sugiere que puede haber una serie infinita de ordenes implicados, cada uno teniendo tanto un aspecto material y un aspecto de la conciencia:

“todo lo material es también mental y todo lo mental es también material, pero hay muchos mas infinitos niveles sutiles de importancia de los que no somos conscientes” (Weber, 1990, p.151).

El concepto de dominio implicado puede ser visto como forma extendida de materialismo, pero, Bohm dice:

“Igualmente puede ser llamado idealismo, espíritu, conciencia. La separación de ambos – materia y espíritu – es una abstracción. El suelo es siempre uno” (Weber, 1990, p.101)

Mente y libre albedrío

El indeterminismo cuántico está claramente abierto a la interpretación: significa tanto causas ocultas (para nosotros) o una completa ausencia de causas.

La posición de que algunos eventos “simplemente ocurren” por ningún tipo de razón es imposible de probar, nuestra inhabilidad de identificar una causa no necesariamente significa que no existe esa causa. La noción de probabilidad absoluta implica que los sistemas cuánticos pueden actuar de forma absolutamente espontánea, totalmente aislada, e influenciada por alguna otra cosa en el universo.

Libre albedrío
El punto de vista opuesto es que todos los sistemas están constantemente participando en una intrincada red de interacciones causales e interconexiones en muchos niveles diferentes. Los sistemas cuánticos individuales ciertamente tienen comportamientos impredecibles, pero si no estuvieran sujetos a ningún factor que sea su causa, podría ser difícil de entender porqué su comportamiento colectivo muestra regularidades estadísticas.

La posición que todo tiene una causa, o mas bien muchas causas, no necesariamente implica que todos los eventos, incluyendo nuestros propios actos y elecciones, son rígidamente predeterminados por procesos puramente físicos – un punto de vista muchas veces llamado “determinismo total” (Thornton, 1989). El indeterminismo en el nivel cuántico provee una apertura para la creatividad y el libre albedrío.

Pero si este indeterminismo es interpretado como el azar absoluto, podría significar que nuestras elecciones y acciones simplemente “saltan” de una manera azarosa y arbitraria, en cual caso difícilmente se podría decir que son muestras elecciones y la expresión de nuestro propio libre albedrío.

Alternativamente, el indeterminismo cuántico puede ser interpretado como la causa para niveles subyacentes no físicos, que causan nuestros actos de libre albedrío – pero por nuestra propia mente consciente de sí misma.

Desde este punto de vista – muchas veces llamado “determinismo blando” – el libre albedrío envuelve autodeterminación y autoconsciencia activas.

De acuerdo con el materialismo científico ortodoxo, los estados mentales son idénticos con los estados cerebrales; nuestros pensamientos y sentimientos, y nuestro sentido del yo, son generados por actividad electromagnética en el cerebro. Esto podría significar que una parte del cerebro activa otra parte, que a su vez activa otra y así sucesivamente, o que una región particular del cerebro es activada espontáneamente, sin causa, y es difícil ver como cual de las dos alternativas provee una base para un yo consciente y con libre albedrío. Francis Crick (1994), por ejemplo, que piensa que la conciencia es básicamente un paquete de neuronas, dice que la sede principal del libre albedrío está probablemente dentro o cerca de una parte del cortex cerebral conocido como el cingulate sulcus anterior, pero que implica que nuestros sentimientos de seres libres es generalmente, si no totalmente, una ilusión.

Aquellos que reducen la consciencia a un subproducto del cerebro están en desacuerdo con la relevancia de los aspectos mecánico-cuánticos del trabajo neuronal; por ejemplo, Francis Crick, el tardío Roger Sperry (1994), y Daniel Dennett (1991) tienen a ignorar la física cuántica, mientras que Stuart Hameroff (1994) cree que la consciencia surge de la coherencia cuántica en microtúbulos dentro de las neuronas del cerebro.

Muchos investigadores ven una conexión entre la consciencia y el vacío cuántico: por ejemplo, Charles Laughlin (1996) argumenta que las estructuras neurales que trabajan con la consciencia podrían interactuar no-localmente con el vacío ( o mar cuántico), mientras Edgar Mitchell (1996) cree que ambas materia y consciencia surgen de la energía potencial del vacío.

El nuerocientífico Sir John Eccles niega el punto de vista materialista como una “superstición”, y defiende una interacción dualista: argumenta que existe un mundo mental en adición al mundo material, y que nuestra mente actúa en el cerebro (particularmente el área motor suplementaria del neocortex) en un nivel cuántico aumentando la probabilidad de disparar neuronas seleccionadas (Eccles, 1994; Giroldini, 1991).

Argumenta que la mente no es solo no física sino absolutamente no material y no substancial.

Sin embargo, si no hubiera ninguna asociación con alguna forma de energía, sería una abstracción pura y por lo tanto imposible de ejercer alguna influencia en el mundo físico. Esta objeción también aplica a los antirreduccionistas que rehuyen la palabra “dualismo” y describen la materia y la consciencia como complementarias o aspectos didácticos de la realidad, aún negando la naturaleza substancialmente energética de la consciencia, lo que implica que es fundamentalmente diferente de la materia y de hecho una mera abstracción.

Una posición alternativa es la que se hace eco en muchas tradiciones místicas y espirituales: la materia física es solo una “octava” en un infinito espectro de materia-energía, o consciencia-substancia, y que como el mundo físico esta mayoritariamente organizado y coordinado por los mundos interiores (astral, mental y espiritual), por lo que el cuerpo físico está totalmente energizado y controlado por cuerpos sutiles o campos de energía, incluyendo un cuerpo astral y un alma. ( ver Purucker, 1973).

De acuerdo con esta visión, la naturaleza en general, y todas las entidades que la componen, están formadas y organizados principalmente desde dentro hacia afuera, desde niveles más profundos de su constitución.

Esta guía interior es muchas veces automática y pasiva, aumentando las funciones de nuestro cuerpo automático y el comportamiento habitual e instintivo, y las operaciones regulares y sometidas a leyes de la naturaleza en general, y muchas veces es activa y consciente de si mismo, como en nuestros actos de intención y volición. Un sistema físico sometido a estas influencias sutiles actúa influenciado tanto desde adentro como desde afuera.

Así como influencian nuestros propios cerebros y cuerpos, podría ser posible también que nuestras mentes afecten otras mentes y cuerpos y otros objetos físicos a la distancia, como se observa en los fenómenos paranormales.

EPR y ESP

Fue David Bohm y uno de sus colaboradores, John Bell del CERN, quienes establecieron las bases para los experimentos EPR realizados por Alain Aspect en 1982 (el experimento mental original fue propuesto por Einstein, Podolsky y Rosen en 1935 – Ver “Einstein se equivocó” en este mismo blog).


Estos experimentos demostraron que si dos sistemas cuánticos interactuan y después se separan, su comportamiento está correlacionado en una manera que no puede ser explicada en términos de señales viajando entre ellos a una velocidad igual o menor que la velocidad de la luz.

El fenómeno es conocido como no-localidad, y está abierto a dos interpretaciones principales:

  • Significa una acción inmediata e instantánea a distancia
  • O involucra señales más rápidas que la luz
Si las correlaciones no locales son literalmente instantáneas, deberían efectivamente ser no causales; si dos eventos ocurren en forma absolutamente simultánea, “causa” y “efecto” podrían ser indestinguibles, y no se podría decir que uno es la causa del otro a través de la transferencia de una fuerza o energía, porque ninguna transferencia podría ser realizada en forma infinitamente rápida.

Por lo tanto no habría una explicación causal para un mecanismo de transmisión, y cualquier investigación sería confinada a las condiciones que permiten que eventos correlacionados ocurran en diferentes lugares.

Es interesante notar que una vez se pensó que la luz y otros efectos electromagnéticos eran transmitidos instantáneamente, hasta que la evidencia de las observaciones probaron lo contrario. La hipótesis de que las conexiones no-locales son absolutamente instantáneas es imposible de verificar, ya que requeriría dos medidas perfectamente simultáneas, que podrían demandar un grado infinito de exactitud. Sin embargo, como David Bohm y Basil Hiley (1993, pp. 293-4, 347) han señalado, podrían ser probadas experimentalmente.

Si las conexiones no-locales son propagadas a una velocidad inferior al infinito pero a velocidades mayores a las de la luz a través del ´eter cuántico” – un dominio subcuántico donde la teoría cuántica actual y la teoría de la relatividad se rompen – las correlaciones predichas por la teoría cuántica podrían desaparecer si las medidas fueran hechas en períodos menores que aquellos requeridos para la transmisión de las conexiones cuánticas entre las partículas. Estos experimentos están mas allá de las capacidades de la tecnología actual pero podrían ser posibles en el futuro. Si existen las interacciones superlumínicas, podrían ser no-locales solo en el sentido de no físicas.

La no-localidad ha sido invocada como una explicación para la telepatía y clarividencia, aunque muchos investigadores creen que deberían envolver un nivel mas profundo de no-localidad, o lo que Bohm llama “super no-localidad” (tal vez similar a la “resonancia mórfica” de Sheldrake (1989).

Como ya ha sido señalado, si la no-localidad es interpretada en el sentido de conectividad instantánea, implicaría que la información podría ser “recibida” a la distancia en el momento exacto en que es generada, sin sufrir alguna forma de transmisión. Como mucho, se podría entonces tratar de entender las condiciones que permiten la aparición instantánea de información.

La posición alternativa es que la información – que es básicamente un patrón de energía – siempre tiene tiempo para viajar desde su fuente hasta otra ubicación, esta información está almacenada en un nivel parafísico, y que se puede acceder a dicha información, o intercambiar información con otras mentes, si existen las condiciones necesarias de “resonancia simpática”. Lo mismo que en EPR, la hipótesis de que la telepatía es absolutamente instantánea es improbable, pero debería ser posible establecer experimentos que puedan probarlo.

Si el fenómeno ESP involucra formas sutiles de energía viajando a velocidades finitas pero superlumínicas a través de reinos suprafísicos, debería ser posible detectar una demora entre la transmisión y la recepción, y además una debilitación del efecto a través de largas distancias, aunque es evidente que cualquier atenuación debe ser mucho menor a la experimentada por la energía electromagnética, que está sujeta a la ley del cuadrado inverso.

Para la precognición, la tercera categoría principal de la ESP, una posible explicación es la que involucra un acceso directo y no-local al futuro actual. En forma alternativa, podría involucrar una percepción clarividente de un escenario futuro probable que está comenzando a tomar forma sobre la base de las tendencias e intenciones actuales, de acuerdo con la idea tradicional que los eventos futuros proyectan sus sombras previamente.

Bohm dice que esta prefiguración tiene lugar “muy profundo en el orden implicado” (Talbot, 1992, p.212) lo que algunas tradiciones místicas podrían llamar el astral o reino akashico.

Psicokinesis y el mundo invisible

La micro psicokinesis implica la influencia de la conciencia en las partículas atómicas. En ciertos experimentos de micro-PK realizados por Helmut Schmidt, algunos grupos de sujetos pudieron alterar las probabilidades de los eventos cuánticos desde el 50% hasta entre el 51 y 52%, y algunos individuos llegaron a mas del 54% (Broughton, 1991, p.177).

Los experimentos en el Laboratorio PEAR de la Universidad de Princeton han dado un pequeño cambio de una parte en diez mil (Jahn & Dunne, 1987). Muchos investigadores han invocado la teoría del colapso de la función de onda por la consciencia para explicar tales efectos. Se argumenta que en micro-PK, en contraste con la percepción ordinaria, el sujeto observador ayuda a especificar como será el resultado del colapso de la función de onda, tal vez por medio de algún tipo de proceso informacional (Broughton, 1991, pp. 177-81).

Eccles sigue una aproximación similar para explicar como nuestras mentes actúan en nuestros propios cerebros. Sin embargo, el concepto de colapso de la función de onda no está esencialmente explicado en la interacción mente-materia. Podemos adoptar igualmente el punto de vista de que las partículas subatómicas parpadean sin cesar dentro y fuera de la existencia física, y que el resultado del proceso es modificable por nuestra voluntad – una fuerza física.

La macro-PK implica el movimiento de objetos estables, normalmente inmóviles mediante un esfuerzo mental. Los fenómenos relacionados incluyen la actividad poltergeist, materializaciones y desmaterializaciones, teletransportación y levitación.

Aunque una impresionante cantidad de evidencia de estos fenómenos ha sido reunida por investigadores en los últimos ciento cincuenta años (Inglis, 1984, 1992; Milton, 1994), macro-Pk es un área tabú, y atrae poco interés a pesar de, o tal vez a causa de, su potencial de derrocar el actual paradigma materialista y revolucionar la ciencia.

Este fenómeno claramente implica mucho mas que alterar el comportamiento probabilístico de las partículas atómicas, pero puede ser visto como evidencia para fuerzas, estados de la materia, y entidades no físicas vivientes desconocidas para la ciencia. La confirmación de que estas cosas existen podría proveer una posterior indicación que dentro de la íntima unidad de la naturaleza existe una diversidad infinita.

La posible existencia de planos sutiles interpenetrando el plano físico esta siendo investigado rápidamente ( ver Tiller, 1993), y esto es mas de lo que puede ser dicho para las hipotéticas dimensiones extra postuladas por la teoría de las supercuerdas, que se suponen acurrucadas en un área de un billón-trillón-de trillones de centímetro y por lo tanto completamente inaccesible, o la hipótesis de “universos bebes” y “universos burbuja” postuladas por algunos cosmólogos, que han predicho su existencia en otras “dimensiones” inaccesibles.

La hipótesis de reinos suprafísicos no parece ser favorecida por muchos investigadores. Edgar Mitchell (1996), por ejemplo, cree que todos los fenómenos físicos implican resonancia no-local entre el cerebro y el vacío cuántico, y consecuentemente acceso a información holográfica no-local.
Imágenes oníricas de Salvador Dalí

Desde este punto de vista, esta hipótesis puede explicar no solo PK y ESP, sino también experiencias fuera del cuerpo y experiencias cercanas a la muerte, visiones y apariciones, y evidencia usualmente citada a favor de la reencarnación de las almas. Mitchell admite que la teoría es especulativa, no validada, y puede requerir de una nueva física.

Estudios experimentales posteriores de los fenómenos relacionados con la consciencia, tanto normales como paranormales, podrían con suerte permitir que sean testeadas varias teorías enfrentadas.

De estas investigaciones podría depender nuestro conocimiento de cómo trabajan tanto el reino cuántico como nuestras mentes, y la relación entre ellos, e indicar si el vacío cuántico realmente es el nivel mas bajo de toda la existencia, o si existen reinos de la naturaleza más profundos que esperan ser explorados.

por David Pratt
Extraído de: http://www.scientificexploration.org

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, para pensar, si se puede... yo creo que si no estuvieramos tanto tiempo mirando la TV, comiendo, comprando, o sea, viviendo la vida como autómatas, podríamos acercarnos un poquito más a la verdadera forma del mundo...

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